Lo que sigue en el libreto lo conocen muy bien en Ecuador, Venezuela y Bolivia: cercan la sede del legislativo, impiden el ingreso de los congresistas de oposición, capturan a algunos legisladores, sacan a los magistrados que persistan en señalar la ilegitimidad de las acciones y destituyen a los militares que se puedan oponer al golpe de Estado que se está ejecutando desde la presidencia… todo a nombre del pueblo.
Pero algo no les funcionó: los militares se negaron a secundar la convocatoria, respaldados en una decisión judicial de segunda instancia que declaraba ilegal la consulta, que en el caso de Honduras denominaron encuesta. A la desobediencia militar, y a la firmeza del poder judicial cuyo máximo tribunal respaldó la decisión del juez, se sumó el Congreso hondureño que se había declarado en alerta para destituir a Zelaya después de la ilegítima “encuesta”.
Varios hechos pudieron precipitar el contragolpe de Estado en Honduras: las denuncias sobre la incursión de militares venezolanos y nicaragüenses a territorio hondureño el día anterior a la expulsión de Zelaya y la presencia de agitadores de esos mismos países como supuestos observadores del proceso de consulta.
Otra situación que debió influir en el contragolpe fue el contubernio que dirigía la Ministra de Relaciones Exteriores Patricia Rodas, reunida desde el sábado en la noche con los embajadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua: ¿Qué hacía la señora Rodas, en su casa, con los diplomáticos que representan al socialismo del siglo XXI en la noche y en la madrugada previas a la realización de la “encuesta”?
La actitud de Hugo Chávez puede aclarar en algo el asunto: amenazar con derrocar al gobierno de facto de Honduras y poner en alerta a las Fuerzas Armadas Venezolanas deja en evidencia la desesperación de los máximos representantes del Foro de Sao Paulo al ver que el libreto que siempre habían utilizado les salió mal e incluso fueron sorprendidos con una antiquísima estrategia de respuesta para impedir, también de manera espuria, que prosperara una acción ilegal destinada a destruir la institucionalidad.
Al unísono el mundo ha condenado el contragolpe de Estado ocurrido en Honduras. Sin embargo, la vehemencia se convierte en silencio cuando se entran a analizar los hechos que precipitaron la ruptura del orden constitucional hondureño. Ciertamente la respuesta de las fuerzas militares, merece una condena irrestricta.
Pero también hay que señalar, con la misma entereza, el accionar ilegítimo de Manuel Zelaya que estaba siguiendo, al pie de la letra, el libreto golpista que sus socios, amigos y protectores del Foro de Sao Paulo redactaron para aplicarlo en aquellos países que se lo permiten… Honduras, por lo pronto, fue la excepción.
¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?
Al observar los acontecimientos que se vienen desarrollando en Honduras, resulta inevitable compararlos con algunas situaciones de la política colombiana, específicamente con la segunda reelección del Presidente.
En Honduras, Manuel Zelaya trató de imponer una consulta para convocar una constituyente y de paso instaurar la reelección. Mientras tanto, la sala constitucional de la Corte Suprema decidió que la medida era ilegal.
En Colombia, desde diciembre del año pasado hemos visto que el gobierno Uribe se ha empeñado a fondo en sacar adelante el referendo para la segunda reelección: sesiones extras, reuniones con los congresistas de la supuesta bancada de gobierno, confesiones de Uribe sobre la batalla interior que libran sus demonios y descalificaciones de los altos generales del uribismo a todo aquel que se oponga a la figura, son algunas de las acciones emprendidas en defensa de la segunda reelección.
Ahora, cuando el tiempo apremia y el referendo parece naufragar por la incompetencia de sus convocantes, suenan propuestas como una Asamblea Constituyente y otras figuras que podrían utilizar si finalmente el referendo se hunde.
Cuando eso ocurra, cuando el tiempo se agote el 30 de noviembre y Uribe no pueda anunciar su postulación a un tercer periodo porque el dichoso referendo siga embolatado, ¿qué van a hacer sus promotores?
El espejo de Honduras debería servir para ver la estupidez a la que se puede llegar para imponer una supuesta voluntad popular. Varias situaciones pueden tener algún grado de comparación entre la crisis hondureña y lo que está pasando en Colombia: ya Uribe, con toda razón, ha descalificado a las cortes, pero el debate es una cosa, y la desobediencia es otra… ¿sería capaz el Presidente de desacatar una decisión de la Corte Constitucional para hacer respetar las firmas de 4 millones de ciudadanos?
Tengo la convicción de que Álvaro Uribe es un demócrata, pero esa certeza no incluye a su círculo íntimo, que viene presionando incansablemente para que la segunda reelección sea una realidad.
Así mismo, el cúmulo de torpezas en que ha incurrido Zelaya, respaldado por sus amigos del Foro de Sao Paulo, no puede ser ejemplo de conducta sino un modelo de estudio y rechazo de las formas antidemocráticas en las que se puede caer para tratar de mantenerse en el poder: Zelaya propinó un golpe de Estado que fue respondido con un contragolpe de carácter militar, respaldado por sectores judiciales y políticos.
El neototalitarismo no se combate con sus mismas fórmulas: si el gobierno Uribe, y los que sentimos que somos representados por sus políticas, queremos evitar que el neototalitarismo del Foro de Sao Paulo alcance el poder y destruya al país, el camino que tenemos no es otro que la defensa de la democracia y el respeto por las normas, con el seguimiento estricto y el rechazo enfático a la militancia política y al sesgo ideológico que deja al descubierto el poder judicial.
El mayor error sería seguir el camino de Hugo Chávez de presionar, comprar y corromper para perpetuarse en el poder; o de Zelaya de desconocer las decisiones institucionales y romper de tajo la separación de poderes; o emprender la aventura de cerrar el legislativo… todas estas son hijas reconocidas de un mismo padre, el golpe de Estado, y de una misma madre: la dictadura. ¡Esto no se puede permitir en Colombia!