De golpe, algún liberal distraído o algún izquierdista con resaca afirmarán que las consultas de sus partidos fueron todo un éxito. Sin embargo los hechos, y sobre todo los números, demuestran que la oposición obtuvo una fuerte derrota en las consultas y que el panorama electoral del liberalismo y de la izquierda se presagia oscuro, con miras a las elecciones de 2010.
Es que entre el liberalismo y la izquierda conseguirán cerca de 1’489.000 votos en la consulta de ayer, prácticamente el mismo número de sufragios obtenidos solamente por el partido Conservador en la consulta de 2008.
Basados en el boletín 16 de la Registraduría Nacional, el partido Liberal obtendría 1’030.800 votos aproximadamente, lo que representa una participación del 3,5% de los 29’093.851 de ciudadanos habilitados para votar en la consulta.
Estas cifras se pueden comparar con los resultados de la consulta de 2007 en la cual, el partido Liberal consiguió 1’274.656 votos con un censo electoral de 28’325.421, es decir, logró movilizar al 4,5% de los ciudadanos habilitados para votar ese año.
La comparación arroja resultados espantosos para el liberalismo: perdieron cerca de 244 mil votos en solo dos años, en lo que se refiere a las consultas del partido del trapito rojo.
Es más: en la consulta del 26 de octubre de 2008, el partido Conservador consiguió 1’463.265 votos, cifra que, aunque parezca más la muestra para una encuesta, resultó ser el número a vencer por parte del partido Liberal colombiano en la consulta de ayer… ¡Qué declive!
Hace pocos días, César Gaviria aseguró que "el volumen de nuestra votación mostrará que somos opción real de poder en el 2010”. Pero los hechos tozudos han mostrado que no son opción real de poder, sino que pueden enfrentar el hecho de convertirse en un partido cuyos resultados futuros sean marginales en el mapa político colombiano.
Lo cierto es que el volumen de votación del liberalismo decae con el paso de los años y el cúmulo de errores del pasado, la oposición irreflexiva y los apoyos institucionales a personajes como Piedad Córdoba, son una factura que difícilmente el partido Liberal podrá pagar. Hay que decirlo: con esos resultados la tolda del trapito rojo está lista para la eutanasia y la cuestión es determinar si Gaviria César será el sepulturero o si escurre el bulto para que sea otro el enterrador.
Se quemó la máquina del Polo
De nada le valió al Polo el aceitar la maquinaria: los resultados obtenidos en la consulta de ayer son menos que mediocres. Según el boletín 16 de la Registraduría, el Polo conseguiría cerca de 458.200 votos, es decir, solo el 1,6% del total de ciudadanos habilitados para votar.
En la consulta del 26 de octubre de 2008, el PDA obtuvo un total de 496.666 votos para delegados a su Congreso Nacional, de un potencial de 28’325.421. Esto significa que en la consulta adelantada por el Polo en 2008, el partido obtuvo la participación de 1,71% del censo electoral.
Comparando las cifras, el Polo redujo su votación en casi un 8% en menos de un año. Una reducción tan importante implica un tremendo fracaso que demuestra el rechazo generalizado de los colombianos a las doctrinas y prácticas de la izquierda “democrática”. Es más: el triunfo de Gustavo Petro, que utilizó un discurso que incluyó una fuerte condena a las FARC y un repudio más o menos contundente a los intentos de intervención del chavismo, demuestra que los electores se separaron de los radicales y eligieron algún tipo de ruptura del manido discurso mamerto.
Cómo olvidar que Jaime Dussán anunció hace un par de días que a las 4 de la tarde de ayer le entregaría la Presidencia del Polo a Carlos Gaviria Díaz. Él, como muchos otros, contaba con el buen funcionamiento de la máquina electoral de la agrupación política y lanzó sus dados con la seguridad de que el número ganador sería el ex presidente de la Corte Constitucional… pero la máquina falló y dejó a Gustavo Petro como candidato de la izquierda “democrática” colombiana.
La maquinaria del Polo estaba decidida a que Carlos Gaviria repitiera candidatura presidencial: además de las actuaciones de la mayoría de congresistas y dirigentes del Polo, incluido el actual alcalde de Bogotá y todos los engranajes clientelistas de la familia Moreno Rojas; los seguidores mediáticos de la izquierda “democrática” se la jugaron para que su candidato consiguiera la candidatura.
Daniel Samper anunció su “apoyo a Carlos Gaviria Díaz como candidato del PD… ¿Qué pasó con lo Alternativo del Polo Democrático?. El comentarista de El Tiempo, haciendo gala de la solidaridad familiar que siempre lo ha caracterizado con su despreciable hermano, hizo la segunda para tratar de orientar los escasos votos de la izquierda “democrática” a favor del candidato que más favorecería el renacer político de Ernesto.
El confeso delincuente Alfredo Molano también hizo públicas sus intenciones: “votaré en la consulta por el ex presidente del Polo porque es un hombre de principios —simplemente decente— en este país gobernado por una camarilla que cada día huele peor. Carlos Gaviria no cede en el sueño de una democracia plena, ajena al militarismo guerrerista, divorciada del clientelismo y del fanatismo.
Y no podía faltar Héctor Abad Faciolince, quien no se conformó con un párrafo sino que dedicó todo su escrito a alabar a su candidato: “No voto por Carlos Gaviria por amistad. Sí lo hago, en cambio, porque lo conozco íntimamente y porque sé qué tipo de persona es él.(…) Es un radical. (…)Ser radical no equivale a ser sectario. Jamás de él podríamos esperarnos el maniqueísmo político del Moir o de los comunistas. Puede ser que el radicalismo de Gaviria no alcance para el sectarismo, pero no puede desvincularse de plano del fanatismo, ese mismo que Alfredo Molano dice que no padece el candidato de las maquinarias de izquierda… no se pusieron de acuerdo los propagandistas del radical Gaviria Díaz.
No deja de ser curioso que el candidato de la maquinaria y sus seguidores mediáticos hayan insistido con tanta intensidad en la decencia de Carlos Gaviria. Usualmente en marketing político, el eslogan de una campaña busca suplir las falencias del candidato o alguna característica que el aspirante quiere vender, pero que no resulta clara para el elector. Aquí vale preguntarse: ¿es decente un sujeto que considera a las FARC como criminales altruistas? ¿Será que los electores se hicieron la misma pregunta? No, que va. Eligieron a un terrorista condenado que fue indultado para luego recibir asignaciones diplomáticas y otras prebendas que nunca llegaron a sus verdaderos destinatarios.
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