Dicen que después de que las cosas pasan, el idiota se vuelve sabio. Por eso resulta inútil que el Partido Liberal y el Polo sigan buscando razones que expliquen o justifiquen las magras votaciones en sus respectivas consultas y lloren sobre la leche derramada. El resultado neto son dos ganadores, Rafael Pardo y Gustavo Petro, y el imperativo de uno y otro es, ante todo, poner orden en la casa para luego diseñar un programa y una estrategia con miras a la conquista del poder.
No es tarea fácil. Ni los liberales ni el Polo pueden lograr la mayoría electoral y la idea de buscar convergencias de fuerzas afines enfrenta obstáculos en los dos partidos por diferentes razones. También deben hacer oídos sordos al triunfalismo uribista, ahora recargado por los resultados de la encuesta de Semana, RCN y La FM, según la cual si el Presidente entra en la contienda electoral no habría con qué hacer un caldo entre los candidatos de la oposición. Pero ese es el reto.
El discurso oficial de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social, repetido hasta el cansancio como un mantra, y las encuestas electorales que reflejan y retroalimentan la percepción de que Uribe es el único, el imbatible, el indispensable, han creado un ambiente de inevitabilidad e imprescindibilidad, de triunfo anticipado, que podría convertirse en profecía autocumplida: sin Uribe, la hecatombe.
El Presidente sigue blindado. Pocos le cobran los errores de su gobierno y ahora con un ‘Tirofijo II’ en el horizonte, el presidente Chávez, nada mejor para sus propósitos. Es el nuevo ‘coco’, el enemigo para contener, que Uribe usa hábil e indirectamente para concitar apoyos y diluir resistencias frente a la segunda reelección. El miedo vuelve a servirle de factor aglutinante y de filtro para mantener el hechizo entre la mayoría de los electores que, como los micos de la leyenda china, no quieren oír lo malo, ni ver lo malo, ni hablar sobre lo malo del Gobierno, sumidos como están en lo que psicólogos y psiquiatras llaman proceso de negación de la realidad.
Poco parece importarles la concentración excesiva del poder presidencial, la grave y peligrosa degradación de las instituciones y valores democráticos, el ambiente de descomposición en el que todo vale y el fin justifica los medios. Unos por cuenta de gabelas y exenciones, otros por cuenta de ayudas directas, los más porque la democracia los tiene sin cuidado, se niegan a ver la realidad o a cobrarle escándalos — ‘parapolítica’, ‘Yidispolítica’, enfrentamientos con la Corte Suprema, ‘chuzadas’ y seguimientos a opositores, feria de notarías, corrupción en algunos ministerios— y se resisten a pensar en las graves y nefastas consecuencias de una eventual segunda reelección.
¿Cómo romper el embrujo uribista? Es la pregunta del millón para la oposición, ‘amorcillada’ y entrampada en el antiuribismo que le ha hecho cometer muchos errores, y cuya debilidad ha sido, precisamente, uno de los factores que han sostenido a Uribe. Porque materia para construir una propuesta alternativa viable hay de sobra. El Gobierno tiene pendiente una gran deuda social, los índices de pobreza, inequidad, desempleo, informalidad, violencia urbana y un largo etcétera son motivos suficientes para justificar un cambio.
La oposición tiene la posibilidad de construir una gran alianza en torno a un “acuerdo sobre lo fundamental” —habría dicho Álvaro Gómez—para medirse frente al proyecto uribista. Si el pulso es con Uribe porque la Corte Constitucional le da la bendición al referendo será difícil pero no imposible. Si es con alguno de sus tres posibles herederos —Santos, Arias y Noemí—, las posibilidades se multiplican. Los dos mejor ‘ranqueados’, Santos y Arias, registran 11 por ciento cada uno en la encuesta mencionada, y los tres sumados no llegan ni a la mitad del 63 por ciento presidencial. Y hay por lo menos 30 por ciento de indecisos susceptibles de conquistar.
Mientras la oposición define estrategias y la Corte Constitucional decide, prenderé velas blancas, muchas velas blancas, para que el Espíritu Santo la ilumine y sepulte la reelección. Tirios y troyanos le reconocemos a Uribe muchos logros en seguridad, golpes a la guerrilla, recuperación de confianza… Pero llegó la hora del reposo del guerrero.
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