En el reciente operativo militar que permitió capturar al mayor secuestrador de las FARC en el centro del país, “el negro Antonio”, sucedieron dos hechos contradictorios. El comerciante Gregorio Aguilar, secuestrado por los bandidos, apareció de repente con un pañuelo blanco corriendo hacia la fuerza pública y fue rescatado, demacrado y lloroso. Otro personaje, Juan Efraín Mendoza Gamba, huyó junto con los guerrilleros pero fue capturado luego, encontrándose en perfecto estado físico, bien vestido y portando un celular. Se supo después que era directivo de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro), perteneciente a la CUT. Después de versiones encontradas, Mendoza aseveró ante un juez que se encontraba allá… ¡secuestrado!
Se reveló luego que Mendoza tenía antecedentes de detenciones en circunstancias dudosas. Y que, al igual que otro miembro del sindicato, Liliana Patricia Obando -detenida por vínculos con las FARC-, cruzó mensajes comprometedores con alias “Raúl Reyes”. Ahora resulta que, de creer la versión del sindicado ante el juez, las FARC secuestraron a uno de los “amigos de Fensuagro”, como los califica “Reyes” en sus correos. Bastante extraño.
Tremendo daño ha hecho al sindicalismo el vínculo de muchos de sus miembros con organizaciones armadas ilegales. Y poco ha ayudado la actitud de la dirigencia de las centrales, más interesada en atacar al gobierno que deslindar campos con los insurgentes. El episodio de julio de 2007, cuando algunos sindicalistas colombianos hicieron presencia en un Foro en Quito, que brindó respaldo a las FARC y al ELN, es sintomático: para la cúpula sindical el acusado resultó siendo el gobierno dizque por poner en peligro la vida de los sindicalistas con su denuncia, y no los mismos sindicalistas por su presencia en el foro. En dicho evento “Raúl Reyes”, abatido después en el mismo Ecuador, presentó denso documento defendiendo la lucha armada.
Esto no es nuevo. La historia de Urabá es patética. El sindicalismo bananero estuvo permeado desde el principio por FARC, ELN y EPL. Cuando el EPL dejó las armas hace 20 años y se reinsertó sufrió feroz arremetida de la FARC con el fin de apoderarse del mayor sindicato de la región, Sintrainagro, que dirigían los “esperanzados”. Resultado: un auténtico genocidio, con 844 sindicalistas asesinados (la tercera parte de los asesinados desde 1986 en Colombia), sobre todo por las FARC. Los mayores homicidas de sindicalistas han sido la guerrilla y los paramilitares, trenzados en disputas de dominio territorial, tráfico de drogas, y otros cometidos. Ese oscuro panorama está ya, por fortuna, bastante superado.
La afirmación de que los homicidios de sindicalistas obedecen a una “masacre” de origen empresarial o gubernamental es una distorsión que, desafortunadamente la dirigencia de las centrales obreras se empeña en sostener. Acaba de señalar Tarcisio Mora, presidente de la CUT, que esa cruzada de “exterminio” prosigue, con 4 sindicalistas asesinados en lo corrido de este año, expresión de lo que calificó como “terrorismo de Estado”. Resulta que, según información oficial, de dos no hay constancia de afiliación sindical, pues son miembros de asociaciones campesinas; de los otros dos, educadores, uno falleció (no fue homicidio) de infarto en un prostíbulo, y el otro fue asesinado al parecer por delincuentes comunes. ¿Dónde está el “exterminio” por parte del Estado? En cambio, en el caso del “secuestrado” Mendoza, Tarcisio Mora quiso guardar distancia dizque para dejar a la justicia proceder.
Es evidente que el sindicalismo en Colombia se ha debilitado, al igual que en casi todo el mundo, por diversos factores. Entre nosotros, en parte, por la violencia vivida. Que ahora, por fortuna, ha sido superada en gran medida. Entonces insistir que prosigue un supuesto “extermino” de sindicalistas ¿no es crear precisamente temor y prevención entre los trabajadores para afiliarse, y contribuir a ese debilitamiento? Y escurrir el bulto ante la infiltración guerrillera en los sindicatos ¿no es facilitar que los violentos sigan atentando contra sindicalistas?
Se reveló luego que Mendoza tenía antecedentes de detenciones en circunstancias dudosas. Y que, al igual que otro miembro del sindicato, Liliana Patricia Obando -detenida por vínculos con las FARC-, cruzó mensajes comprometedores con alias “Raúl Reyes”. Ahora resulta que, de creer la versión del sindicado ante el juez, las FARC secuestraron a uno de los “amigos de Fensuagro”, como los califica “Reyes” en sus correos. Bastante extraño.
Tremendo daño ha hecho al sindicalismo el vínculo de muchos de sus miembros con organizaciones armadas ilegales. Y poco ha ayudado la actitud de la dirigencia de las centrales, más interesada en atacar al gobierno que deslindar campos con los insurgentes. El episodio de julio de 2007, cuando algunos sindicalistas colombianos hicieron presencia en un Foro en Quito, que brindó respaldo a las FARC y al ELN, es sintomático: para la cúpula sindical el acusado resultó siendo el gobierno dizque por poner en peligro la vida de los sindicalistas con su denuncia, y no los mismos sindicalistas por su presencia en el foro. En dicho evento “Raúl Reyes”, abatido después en el mismo Ecuador, presentó denso documento defendiendo la lucha armada.
Esto no es nuevo. La historia de Urabá es patética. El sindicalismo bananero estuvo permeado desde el principio por FARC, ELN y EPL. Cuando el EPL dejó las armas hace 20 años y se reinsertó sufrió feroz arremetida de la FARC con el fin de apoderarse del mayor sindicato de la región, Sintrainagro, que dirigían los “esperanzados”. Resultado: un auténtico genocidio, con 844 sindicalistas asesinados (la tercera parte de los asesinados desde 1986 en Colombia), sobre todo por las FARC. Los mayores homicidas de sindicalistas han sido la guerrilla y los paramilitares, trenzados en disputas de dominio territorial, tráfico de drogas, y otros cometidos. Ese oscuro panorama está ya, por fortuna, bastante superado.
La afirmación de que los homicidios de sindicalistas obedecen a una “masacre” de origen empresarial o gubernamental es una distorsión que, desafortunadamente la dirigencia de las centrales obreras se empeña en sostener. Acaba de señalar Tarcisio Mora, presidente de la CUT, que esa cruzada de “exterminio” prosigue, con 4 sindicalistas asesinados en lo corrido de este año, expresión de lo que calificó como “terrorismo de Estado”. Resulta que, según información oficial, de dos no hay constancia de afiliación sindical, pues son miembros de asociaciones campesinas; de los otros dos, educadores, uno falleció (no fue homicidio) de infarto en un prostíbulo, y el otro fue asesinado al parecer por delincuentes comunes. ¿Dónde está el “exterminio” por parte del Estado? En cambio, en el caso del “secuestrado” Mendoza, Tarcisio Mora quiso guardar distancia dizque para dejar a la justicia proceder.
Es evidente que el sindicalismo en Colombia se ha debilitado, al igual que en casi todo el mundo, por diversos factores. Entre nosotros, en parte, por la violencia vivida. Que ahora, por fortuna, ha sido superada en gran medida. Entonces insistir que prosigue un supuesto “extermino” de sindicalistas ¿no es crear precisamente temor y prevención entre los trabajadores para afiliarse, y contribuir a ese debilitamiento? Y escurrir el bulto ante la infiltración guerrillera en los sindicatos ¿no es facilitar que los violentos sigan atentando contra sindicalistas?
Libardo Botero C.
Excelente crónica de lo que nos rodea, describiendo perfectamente a los idiotas útiles de la guerrilla, sindicatos, politiqueros baratos, docentes universitarios invitando a la violencia, la fecode haciendo proselitismo en las escuelas públicas, en fin una cantidad de absurdos que gracias a Dios han sido mermados por la excelente politica de nuestro señor presidente y su seguridad democrática. Ahora saldrá la minoria mamerta a decir que todo es contra de los DDHH, iran a hacer lobby en cuanta reunión internacional para acabar con el prestigio del pais y de su presidente que representa al 88% de los colombianos que queremos un pais libre de hampones y populistas baratos, iran a colocarle el trasero a chavez, y hablar mal del pais con el retrazado mental del ecuatoriano. Saldrá la Teodora Bolivar a ufanarse por haber liberado a unos secuestrados, aparecerá moncayo culpando al gobierno por las infamias y la torturas de las farc a su hijo, en fin tantas cosas que si bien en el pasado se aceptaron por la debilidad de presidentes anteriores y cuyo grado de corrupción es tan alto que ni siquiera con una ley de perdón y olvido podrian expropiar sus culpas. Hoy mas que nunca ruego al señor para que Don Alvaro Uribe Velez nos de la oportunidad de tenerlo 4 años mas gobernándonos, eso si rodeándose mejor y no dejando que oportunistas como vargas lleras se unten de gloria y fama para ser elegidos para darle luego la espalda a quien los trepó a la cima.
ResponderEliminarEsto es un plagio de una columna publicada en atrabilioso. Este tipo Botero debería ser honrado y reconocer que cambio solo unas cosas de la columna escrita en atrabilioso. Que indigencia intelectual.
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