COMO NACE UN GUERRILLERO (Crónica de una estafa)

En junio o julio de 2008 conocí a Ricardo Rodríguez, gerente de Núcleo Colombia S.A., y a su socio, el abogado rosarista Hernán Jurado, un hombre con apariencia de “gente bien” que mencionaba como al descuido que se movía como pez en el agua en los altos círculos del gobierno y la sociedad.
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Rodríguez me pareció entonces un buen tipo, dijo ser un hombre de provincia que se había fijado la meta de crear una vivienda de interés social digna y a precio mínimo. Y necesitaba de personas con ideales similares que estuvieran dispuestos a dar la lucha por ese sueño. Y caí redondo ante tanta bondad.
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Me invitó a que lo acompañara a Chocontá donde tenía a cerca de 150 familias en el proceso para proveerles de vivienda y subsidio en un plazo mínimo. Yo no podía creer cómo personas como Rodríguez y Jurado no eran ministros o nominados al Nobel de Paz. ¡Estaban haciendo por los campesinos lo que nadie ha hecho en décadas…!, pensaba yo.
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Así que fui a Chocontá. Era domingo y pude convencer a mi esposa e hijos de no pasar el día con ellos porque iba a presenciar una labor milagrosa; yo estaba convencido de que ante mí estaba el hombre que cambiaría el destino del país algún día.
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El teatro donde nos reunimos estaba a reventar. De las veredas cercanas acudieron puntuales a escuchar al “doctor Rodríguez, el ángel que Diosito nos mandó del cielo”, según me dijo ante cámara una de las pobres mujeres. Rodríguez, un hombre que no tiene una educación refinada, hizo gala de sus habilidades como tramador profesional. Se comprometió a tener aprobados subsidios en menos de cuatro meses, y casas con grandes ventanales y excelentes acabados en un tiempo record. Vi cómo los campesinos lloraban de la emoción viendo el video que el arquitecto de la empresa preparó con esmero, en realidad virtual donde todos pudimos apreciar zona de parqueadero (para campesinos que ni saben manejar), zonas verdes con juegos infantiles (para niños que ni siquiera saben lo que es una pelota nueva)…en fin… el auditorio estaba emocionado. Y yo también. Todos aplaudimos a rabiar al mesías Rodríguez y su fiel escudero Jurado.
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Cuando le pregunté cómo pensaba gestionar subsidios en tan solo tres o cuatro meses, él me dijo que tenía sus conexiones en las “altas esferas” del gobierno y en el Senado. Me dijo que me tranquilizara y me dijo que el abogado Jurado había sido compañero de pupitre del canciller Bermúdez. Para reafirmar su capacidad de gestión mencionó tener el aval del Senador Camilo Sánchez y la íntima amistad del concejal de Bogotá Orlando Parada quien le ayudaría en Metrovivienda.
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Para mí fue suficiente con escuchar estos nombres. Además, don Luisito, el líder comunitario de los campesinos de Chocontá, dijo que Rodríguez había mencionado muchas veces que quien estaba ayudando a todo eso era el senador Camilo Sánchez.
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Me sorprendió aún más otro asunto. Como valor agregado, la Fundación Núcleo Colombia, una figura adscrita a la Constructora, dirigida por la esposa de Rodríguez, había montado una empresa de leche, una pasteurizadora, para los beneficiarios de la vivienda. ¡Era todo muy emocionante…! ¡Hasta nombre y logo le tenían a la empresa…!
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Conocí después a una persona que les trabajaba y que era empleado o contratista del ministerio, y su presencia me dio confianza para llevar a Rodríguez a Santander, y empecé a preparar terreno para otros sitios del país. Sin embargo, allá pude ver el contrato que se les haría firmar a los puentanos. Yo tuve que leerlo en voz alta porque quien lo estaba haciendo se cansó. Y lo que decía allí era una cosa muy diferente a lo que se prometía en los discursos.
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Le comenté mi malestar y preocupación a Rodríguez por este documento y me dijo que había ocurrido un error y que el culpable era Jurado. Prometió enviar el contrato “correcto” en una próxima ocasión.
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Por fortuna, los paisanos de mi padre no son pendejos. Aunque Rodríguez me excluyó de la gestión, la persona encargada en Puente nunca quiso firmar el dichoso contrato porque estaba lleno de cosas “extrañas”, según me dijo un concejal de allí que lo leyó. Menos mal. Si no, a quien hubieran agarrado a bala hubiera sido a mí… Allá no se ponen con vainas.
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Tan diferentes a los campesinos de Chocontá…. Confiados, buena gente, callados, resignados y pendejos como yo.
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Pronto me di cuenta de que ni lote tenían. Rodríguez le echó la culpa al alcalde de Chocontá y dijo que éste estaba pidiendo comisión para dejarle construir. Nunca supe si era cierto porque nadie del despacho del alcalde y la personería del pueblo quiso responder mis correos electrónicos.
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El asunto es que Rodríguez les sacó a estas humildes personas, cerca de 120 millones de pesos. Cada familia tuvo que entregarle 600mil pesos que lograron ahorrar dejando de comer.. todo por el sueño de una vivienda digna.
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En un par de meses empecé a notar que había problemas con los proveedores. Rodríguez y Jurado no contestaban sus celulares, se mandaban negar con Marcela, la secretaria a quien –al igual que yo- le quedaron debiendo su salario. Le pregunté a Rodríguez abiertamente qué estaba sucediendo y, a punto de llorar, me dijo que estaba pasando por problemas económicos serios y que necesitaba que yo le presentara a alguien de un banco para solicitar un préstamo. Además, me dijo que no podía solicitar préstamo bancario porque estaba reportado en datacrédito.
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Le pregunté cuánto era su deuda en Datacrédito y me dijo que unos millones de pesos. Yo tenía esa suma, destinada para pagar mis propias deudas y quedarme sin cinco en el bolsillo. Y se los presté. Era todo lo que yo tenía. Si no me pagaba a los quince días, yo me quedaría sin siquiera la comida de mis hijos.
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Como era para una buena causa, la vivienda digna para los pobres, no le exigí firmar ni siquiera un vale. Quedó de pagarme a los quince días.
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Pero nunca pagó su tal datacrédito ni solicitó ningún préstamo para financiar la empresa. Al contrario, armó un tremendo paseo a La Mesa, Cundinamarca, de donde es su familia. Llevó hasta al gato. Invitó a Raimundo y todo el mundo para el festín que pagó con el dinero de mis hijos.
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Yo me enteré del convite porque ese sábado –al otro día de que le presté el dinero- fui a la oficina y tuve que acompañar al arquitecto a llevarle a Rodríguez los papeles del carro que se le habían quedado en el escritorio. En el carro alquilado de la empresa no cabía un alfiler más. Llevaban cachuchas, cerveza, chingues, bronceadores, suegra, cuñadas, amigas.… Iban felices a juerguearse con el recién conseguido botín. Por supuesto, Jurado, el mago de los contratos, no se perdió el paseo. Ese día, mientras mi familia y yo tuvimos que almorzar arroz y huevo, estos “doctores”, se dieron un opíparo banquete de varios días con mi dinero.
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Desde ese día los acontecimientos se desencadenaron rápidamente. Aunque me mantuvieron alejado de Chocontá, era imposible no darse cuenta de que algo grave estaba sucediendo. La secretaria contestaba llamadas insultantes de los proveedores, la oficina se llenaba de cobradores molestos, no se pagaba la nómina…
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No había que ser demasiado inteligente para entender que mi plata se había perdido, igual que los millones que estos humildes campesinos les entregaron haciendo enormes sacrificios. La plata se fue en comilonas opíparas y en no sé que más… porque ni arriendo de oficina pagó, según me enteré meses después.
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Por alguna razón, don Luisito, el que ponía la cara ante sus paisanos, creyó que podía confiar en mí y me llamó al móvil. Me contó toda la crónica de la estafa. Me dijo que aún no se podía hacer nada hasta que el contrato lesivo que firmaron, no se cumpliera su clausula de duración y plazo.
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Pero ya se cumplió y en este momento Rodríguez está demandado por estafa. Ellos se aprovecharon de la condición de analfabetismo legal de estas pobres personas y los timaron.
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Hablé con el senador Camilo Sánchez y me dijo que no sabía quién era Ricardo Rodríguez. Que él sí tenía gente en Chocontá, pero que jamás había escuchado hablar de Núcleo Colombia ni de Ricardo Rodríguez ni Hernán Jurado. El Concejal Orlando Parada me recibió muy amablemente en su oficina y me afirmó que sí conocía a Rodríguez pero que no eran amigos. El concejal dijo que había conocido a Rodríguez porque éste último le había ayudado a levantar unos votos con unas personas del barrio Restrepo. Gracias a esa labor, Rodríguez había conseguido tiempo atrás un jugoso contrato con la administración Distrital.
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El concejal, efectivamente le colaboró a Rodríguez para lograr una cita con el gerente de Metrovivienda pero -dijo Orlando Parada y yo le creo- no lo ha vuelto a ver desde entonces.
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Tal vez lo volvamos a ver cuando cumpla su propósito de lanzarse como concejal para Bogotá. Debería hacerlo…Tiene madera para eso.
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Hernán Jurado también se perdió del mapa. La dueña de la oficina donde él tenía su despacho como abogado, me dijo que a ella también le había quedado debiendo bastante dinero. Ni siquiera busqué al canciller Bermúdez para preguntarle si sabía algo de su compañero de pupitre.
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Los treinta y más millones que me debe Rodríguez no son nada en comparación con lo que debe a los campesinos de Chocontá. Además de los cerca de 120 millones, les robó los sueños.. les quitó la confianza… les arrebató a estos pobres niños el anhelo de tener un techo donde dormir.
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Hoy, aunque estoy pasando por enormes problemas financieros, y aunque mi esposa e hijos sufren las consecuencias de mi insensata fe en las personas, cada día agradecemos a Dios que seguimos unidos y con vida.
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Pero cada minuto de mi vida pienso en los pobres desamparados de Chocontá. Tengo grabadas en mi mente sus lágrimas de dicha y agradecimiento con estos personajes que los victimizaron.
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No dejo de ver las caritas sucias de estos niños llenas de lágrimas de emoción cuando les llevaron unas pelotas plásticas como “regalo” del buen Rodríguez. colombia bogota politica economia alvaro uribe samuel moreno piedad cordoba guerra guerrilla farc ep
No deja de arrugárseme el corazón como ese día que un niño de ellos recibió su pelota de mil pesos y corrió con su pequeño tesoro a mostrárselo a su mamá. Con el zoom de mi cámara pude ver que el niño se tiró al piso y levantó sus manos clamando a Dios para agradecerle este infame ‘regalo’.
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Para quienes se preguntan qué pasó con la dichosa empresa de lácteos, ya deben adivinar que solamente era una empresa de papel que ocasionó disputas entre algunos de ellos que querían ser los presidentes de la junta de accionistas y los gerentes de Recursos Humanos. Suena gracioso, pero sin duda a ellos hoy no les parece tanto.
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Ricardo Rodríguez y Hernán Jurado ciertamente son los causantes de mis penurias económicas actuales. Pero mucho más daño les hicieron a estos campesinos. No solamente les quitaron su dinero, sino que les arrebataron su fe en la vida y las personas…
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Si uno de estos niños traicionados decide un día tomar las armas y cobrarle a la sociedad lo que la justicia colombiana no es capaz de hacer pagar a estos personajes, no debería hacérsenos extraño.
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Así es que nacen los guerrilleros. De la miseria y el engaño.
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