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FRANQUEZA OBLIGA
Haga memoria, caro lector, y comprobará que hace ya mucho tiempo no oye decir que estemos en el fin del fin de la guerra. Al contrario, con todo lo interesadas y malintencionadas que sean, se levantan voces en su entorno que hablan de un nuevo principio, de un resurgimiento de los grupos violentos en Colombia.
Algo muy grave ha tenido que pasar y conviene averiguarlo. Porque ya no sabemos de las hazañas del Ejército que derrota, aquí o allá, a la guerrilla de las Farc o del Eln. Que cuando se registra alguna acción, invariablemente está ligada a un bombardeo de la Fuerza Aérea o a cierto operativo de la Policía. Esa extraña suerte de abulia para el combate proviene de las fuerzas de infantería, hasta ayer las que llevaban banderas de victoria por todos los rincones de la Nación.
Si afinamos el análisis, no podrá remitirse a duda que tiene el fenómeno conexión causal con los acontecimientos del 29 de octubre del 2008, cuando en rueda de prensa el presidente Uribe y el ministro Santos anunciaron la destitución de 27 militares, desde generales a sargentos, relacionados con la muerte de los jóvenes de Soacha.
Agreguemos que un año después de aquella injusta purga no hay una sola investigación, ni un cargo, administrativo o penal, contra ninguno de los destituidos y que conocido el expediente que contra ellos montó el general Suárez, no hay en sus pesadas páginas una sola referencia a que pudieran tener responsabilidad, por acción o por omisión, en aquellas muertes que nadie probó producidas a mansalva.
Derrotadas las Farc en la batalla, vinieron en su ayuda los guerrilleros de código y escritorio, que apoyados en la debilidad del mando civil han tenido un éxito portentoso. El Ejército no quiere combatir. Los oficiales no salen de sus unidades a buscar enemigos para enfrentarlos, sino repasando en su memoria pesadas instrucciones que les entregan para no incurrir en un exceso, en una desproporción de fuerzas, en una equivocación. Si antes temían no ser eficaces, hoy le huyen a la eficacia como a la peste.
Cuarenta años de cárcel es peor que la muerte, para los hombres que aprendieron a enfrentarla con una sonrisa en los labios y en el corazón con la alegría de sacrificarse en el altar de la Patria. Pero la infamia, el deshonor, la ruina moral no están entre sus cálculos. Ni en los de ningún ejército del mundo.
Estamos librando, desde esa cenicienta mañana de aquel octubre, la más grotesca guerra que jamás se libró. No la que enfrenta al enemigo para destruirlo, sino la que responde a la Fiscalía por cualquier acción triunfante.
El jefe de tropa sabe que terminada una operación exitosa se convierte de jefe de la unidad militar en "primer respondiente" ante una Fiscalía plagada de mamertos. Porque la Justicia Penal Militar salió de la Constitución por un papel que firmaron entre el ex fiscal Iguarán y el ex ministro de Defensa Camilo Ospina.
No podemos olvidar los días en que el presidente Uribe ordenaba a todos los comandantes que salieran de las oficinas para acudir al combate. No quiero un ejército de burócratas. No quiero ver oficiales llevando y trayendo papeles en los pasillos de los edificios. Los quiero guerreando por esta Patria que vamos a salvar, era el mensaje del Presidente. Siete años después, el mismo Presidente les exige que llenen papeles, que no olviden los sellos y las firmas, que se llenen de actas, declaraciones e informes. Y que tengan cuidado si producen bajas enemigas.
Ahora se llaman 'falsos positivos'. Abajo la guerra y que viva el papeleo, es la consigna nueva. Lo que supone, obviamente, ganar en el papeleo y perder la guerra. Por eso desapareció el fin del fin del vocabulario militar. Dicho sea con honrada franqueza.
PETICION A DIOS
Un lamento, recibido por mí hace pocos días en Internet, no me deja en paz porque surge de una de las más oprobiosas injusticias cometidas en Colombia. "Cuántas noches de ausencia, cuantos días de mi vida en que la angustia y la soledad han sido mis eternas compañeras -dice en uno de sus apartes-. Sin entender lo que pasó, mis hijos, dos pequeños, deben cargar con el dolor de un padre ausente".
Estas palabras provienen de Liliana de Romero, esposa del capitán de la Fuerza Aérea César Romero Padilla, condenado junto con sus compañeros Johan Jiménez y Héctor Mario Hernández por un delito que nunca cometieron: nada menos que un supuesto bombardeo al caserío de Santo Domingo, en Arauca; bombardeo desde el helicóptero UH-1H que habría provocado el 13 de diciembre de 1998 la muerte de 18 personas, entre ellas siete niños.
Como ha sido ya denunciado muchas veces, esta inculpación contra los tres oficiales de nuestra Fuerza Aérea responde a un escalofriante montaje elaborado por las Farc. Ahora sabemos cómo ellas lograron los falsos testimonios de algunos habitantes del caserío acreditando la versión de tal bombardeo, testimonios que merecieron total crédito del Procurador de entonces, de Human Rights Watch y de la Embajada americana. Con semejante soporte, los tripulantes del helicóptero terminaron condenados por "homicidio doloso".
Pero la verdad de lo ocurrido se ha confirmado recientemente con el testimonio de dos comandantes guerrilleros ahora reinsertados.
Según lo revelado por ellos, el 'Mono Jojoy' y su hermano 'Grannobles' les habían encargado de guardar el control del caserío a fin de facilitar la llegada de una aeronave que traía a las Farc cajas con armas y una tonelada de cocaína. La inteligencia militar interceptó dicho mensaje y tropas del Ejército fueron despachadas por aire. Tras 12 horas de feroz combate, helicópteros de la Fuerza Aérea fueron despachados de nuevo a Santo Domingo con la ayuda de un avión americano Sky Master, cuya alta tecnología permitió identificar áreas o manchas de monte donde había contingentes de la guerrilla replegándose hacia Tame. En una de ellas, situada a un kilómetro del poblado, el helicóptero pilotado por Rivera dejó caer a las 10 de la mañana un racimo de seis pequeñas bombas cluster. El Sky Master filmó la operación y cuatro minutos después grabó imágenes del caserío sin que se viese allí rastro alguno de destrucción.
El video, "traspapelado" por mucho tiempo en la Embajada americana, no fue tomado en cuenta como prueba concluyente del caso. Tampoco lo han sido las recientes declaraciones de José Morales, comandante guerrillero reinsertado. Al frente de 80 hombres, tenía la orden de hacer estallar en el caserío un camión cargado de explosivos si entraba allí el Ejército. Así ocurrió. Un guerrillero llamado 'Fercho' disparó su ametralladora contra el vehículo. "Me acuerdo como si fuera ahora -dice Morales-: el carro bomba estalló y mató un poco de civiles. Otro guerrillero, un morterista, le clavó un bombazo a una gasolinera. Hubo allí ocho muertos y muchos heridos". Luego, los jefes operativos de las Farc dijeron a los pobladores de aquel caserío bajo su total dominio que debían culpar a la Fuerza Aérea de los muertos. "El que diga lo contrario se muere", fue su feroz advertencia.
Después de esto, ¿qué valor pueden tener los testimonios que condenaron a los tres oficiales? ¿De qué han servido, para probar su inocencia, artículos, marchas y tres libros, entre ellos Con las manos en alto, de Germán Castro? Sería necesaria una veeduría internacional. De lo contrario, a una esposa desesperada como Liliana de Romero sólo le queda confiar en la Justicia Divina. "En tus manos, Dios mío, pongo mi vida y la de nuestros hijos. Finalmente, serás tú quien con tu infinito poder haga brillar la verdad." Es la última frase de su lamento.
Estas palabras provienen de Liliana de Romero, esposa del capitán de la Fuerza Aérea César Romero Padilla, condenado junto con sus compañeros Johan Jiménez y Héctor Mario Hernández por un delito que nunca cometieron: nada menos que un supuesto bombardeo al caserío de Santo Domingo, en Arauca; bombardeo desde el helicóptero UH-1H que habría provocado el 13 de diciembre de 1998 la muerte de 18 personas, entre ellas siete niños.
Como ha sido ya denunciado muchas veces, esta inculpación contra los tres oficiales de nuestra Fuerza Aérea responde a un escalofriante montaje elaborado por las Farc. Ahora sabemos cómo ellas lograron los falsos testimonios de algunos habitantes del caserío acreditando la versión de tal bombardeo, testimonios que merecieron total crédito del Procurador de entonces, de Human Rights Watch y de la Embajada americana. Con semejante soporte, los tripulantes del helicóptero terminaron condenados por "homicidio doloso".
Pero la verdad de lo ocurrido se ha confirmado recientemente con el testimonio de dos comandantes guerrilleros ahora reinsertados.
Según lo revelado por ellos, el 'Mono Jojoy' y su hermano 'Grannobles' les habían encargado de guardar el control del caserío a fin de facilitar la llegada de una aeronave que traía a las Farc cajas con armas y una tonelada de cocaína. La inteligencia militar interceptó dicho mensaje y tropas del Ejército fueron despachadas por aire. Tras 12 horas de feroz combate, helicópteros de la Fuerza Aérea fueron despachados de nuevo a Santo Domingo con la ayuda de un avión americano Sky Master, cuya alta tecnología permitió identificar áreas o manchas de monte donde había contingentes de la guerrilla replegándose hacia Tame. En una de ellas, situada a un kilómetro del poblado, el helicóptero pilotado por Rivera dejó caer a las 10 de la mañana un racimo de seis pequeñas bombas cluster. El Sky Master filmó la operación y cuatro minutos después grabó imágenes del caserío sin que se viese allí rastro alguno de destrucción.
El video, "traspapelado" por mucho tiempo en la Embajada americana, no fue tomado en cuenta como prueba concluyente del caso. Tampoco lo han sido las recientes declaraciones de José Morales, comandante guerrillero reinsertado. Al frente de 80 hombres, tenía la orden de hacer estallar en el caserío un camión cargado de explosivos si entraba allí el Ejército. Así ocurrió. Un guerrillero llamado 'Fercho' disparó su ametralladora contra el vehículo. "Me acuerdo como si fuera ahora -dice Morales-: el carro bomba estalló y mató un poco de civiles. Otro guerrillero, un morterista, le clavó un bombazo a una gasolinera. Hubo allí ocho muertos y muchos heridos". Luego, los jefes operativos de las Farc dijeron a los pobladores de aquel caserío bajo su total dominio que debían culpar a la Fuerza Aérea de los muertos. "El que diga lo contrario se muere", fue su feroz advertencia.
Después de esto, ¿qué valor pueden tener los testimonios que condenaron a los tres oficiales? ¿De qué han servido, para probar su inocencia, artículos, marchas y tres libros, entre ellos Con las manos en alto, de Germán Castro? Sería necesaria una veeduría internacional. De lo contrario, a una esposa desesperada como Liliana de Romero sólo le queda confiar en la Justicia Divina. "En tus manos, Dios mío, pongo mi vida y la de nuestros hijos. Finalmente, serás tú quien con tu infinito poder haga brillar la verdad." Es la última frase de su lamento.
¿QUE PASA EN LAS CIUDADES?
Apesar de que el incremento del homicidio en algunas grandes ciudades ha deteriorado la percepción de seguridad de sus habitantes, el balance general de la seguridad ciudadana durante el año que termina es positivo. La inmensa mayoría de los indicadores de seguridad urbana sigue mejorando, aun cuando es explicable la preocupación creciente de la ciudadanía por la seguridad de sus entornos más cercanos.
Lo primero que hay que reconocer cuando se aborda el tema de la seguridad urbana es su complejidad. El asunto no se puede despachar de un plumazo, ni con una cifra, ni con una ciudad. En efecto, tomadas en su conjunto todas las ciudades capitales del país, con respecto al año anterior el homicidio subió 10 por ciento. Pero este hecho ha sido propiciado por Medellín y Cali, las principales ciudades problema, con las más altas tasas de homicidio, donde ocurrió el mayor incremento del número de asesinatos en el año, y que presentan dinámicas mafiosas más o menos similares. Si las excluimos por un momento del análisis, entonces el descenso del homicidio urbano en el país es de menos del 4 por ciento. En dos palabras, son Medellín y Cali las ciudades que están jalonando el aumento coyuntural del homicidio urbano en el país. Sin embargo, sus tasas de homicidio son apenas una fracción de lo que eran hace unos 15 años.
Por supuesto que también son muy preocupantes los incrementos del homicidio en Sincelejo (71 por ciento) y Barranquilla (14 por ciento), pero estas son ciudades con tasas de homicidio relativamente bajas. Pero, de otro lado, son alentadores los descensos en Pereira (menos 23 por ciento), Manizales (menos 23 por ciento), Valledupar (menos 21 por ciento), Ibagué (menos 17 por ciento),Cúcuta (menos 14 por ciento), Bucaramanga (menos 10 por ciento), y Bogotá (menos 2 por ciento), por mencionar algunos. En los casos de los incrementos del homicidio en Medellín y Cali, podemos estar en presencia de una situación paradójica: los problemas son resultado del éxito. En efecto, el Estado ha logrado desmantelar las grandes estructuras del narcotráfico y esto ha generado un violento caos al interior y entre pequeñas bandas que se disputan a punta de asesinatos el reparto de rentas ilícitas producidas por el crimen, incluido el narcotráfico. La mayor parte del aumento del homicidio lo producen esas vendettas.
Con otros dos 'agravantes', también derivados del éxito del Estado: 1) El narcotráfico está cayendo, tanto en volumen como en las rentas que produce la exportación de drogas ilícitas, así que como el botín es cada vez menor, la disputa es aún más violenta y el mercado externo se reemplaza con el mercado interno, lo que localiza aún más la confrontación entre bandas, y, 2) Los organismos de seguridad del Estado tardan cada vez menos tiempo en capturar o dar de baja a los nuevos cabecillas de esas pequeñas bandas, por lo que las luchas intestinas por el poder y el botín se han vuelto crónicas, permanentes. Son coletazos de un pasado que se resiste a desaparecer y, por tanto, en principio, situaciones puramente coyunturales que, con decisión y una buena política, el Estado podrá resolver en el futuro.
Pero aparte de estos problemas coyunturales de aumento del homicidio en algunas ciudades -compensado con la mencionada disminución en otras-, los demás indicadores de seguridad ciudadana han tenido un comportamiento positivo. En efecto, con respecto al año anterior, en todos hubo descensos, o sea, se presentaron menos casos: robo de residencias, menos 13 por ciento; asaltos a comercios, menos 17 por ciento; hurto a personas, menos 11 por ciento; robo de automóviles, menos 4 por ciento; asaltos a entidades financieras, menos 23 por ciento; lesiones comunes, menos 9 por ciento. Estos resultados confirman una vez más las tendencias positivas que se han venido manifestando en los últimos años en seguridad urbana en Colombia.
Frente a estos hechos ciertos, la pregunta obvia es: ¿Por qué en el país hay cada vez más preocupación por la seguridad ciudadana? Por varias razones, algunas también relacionadas con las paradojas del éxito. Porque ante la mejoría de la seguridad en los campos -por la desmovilización de los paramilitares y el debilitamiento de la guerrilla-, la seguridad urbana ha adquirido más notoriedad mediática y política. Porque frente al descenso general de los altos niveles de violencia que padecimos en el país en los años recientes, es natural y bueno que baje nuestro umbral de tolerancia hacia la violencia y que aumente nuestra sensibilidad ante el crimen. Y porque, como resultado de una mayor madurez democrática, ha aumentado nuestra exigencia a las autoridades locales en los temas de seguridad ciudadana.
Así que la inquietud creciente de la opinión por la seguridad ciudadana no puede ser sino positiva, siempre y cuando miremos el problema en su complejidad, reconozcamos que los problemas coyunturales ocurren dentro de procesos de mejoría estructural de largo plazo, y así evitemos caer en la tentación del pesimismo y la autoflagelación que interesadamente propician algunos.
Lo primero que hay que reconocer cuando se aborda el tema de la seguridad urbana es su complejidad. El asunto no se puede despachar de un plumazo, ni con una cifra, ni con una ciudad. En efecto, tomadas en su conjunto todas las ciudades capitales del país, con respecto al año anterior el homicidio subió 10 por ciento. Pero este hecho ha sido propiciado por Medellín y Cali, las principales ciudades problema, con las más altas tasas de homicidio, donde ocurrió el mayor incremento del número de asesinatos en el año, y que presentan dinámicas mafiosas más o menos similares. Si las excluimos por un momento del análisis, entonces el descenso del homicidio urbano en el país es de menos del 4 por ciento. En dos palabras, son Medellín y Cali las ciudades que están jalonando el aumento coyuntural del homicidio urbano en el país. Sin embargo, sus tasas de homicidio son apenas una fracción de lo que eran hace unos 15 años.
Por supuesto que también son muy preocupantes los incrementos del homicidio en Sincelejo (71 por ciento) y Barranquilla (14 por ciento), pero estas son ciudades con tasas de homicidio relativamente bajas. Pero, de otro lado, son alentadores los descensos en Pereira (menos 23 por ciento), Manizales (menos 23 por ciento), Valledupar (menos 21 por ciento), Ibagué (menos 17 por ciento),Cúcuta (menos 14 por ciento), Bucaramanga (menos 10 por ciento), y Bogotá (menos 2 por ciento), por mencionar algunos. En los casos de los incrementos del homicidio en Medellín y Cali, podemos estar en presencia de una situación paradójica: los problemas son resultado del éxito. En efecto, el Estado ha logrado desmantelar las grandes estructuras del narcotráfico y esto ha generado un violento caos al interior y entre pequeñas bandas que se disputan a punta de asesinatos el reparto de rentas ilícitas producidas por el crimen, incluido el narcotráfico. La mayor parte del aumento del homicidio lo producen esas vendettas.
Con otros dos 'agravantes', también derivados del éxito del Estado: 1) El narcotráfico está cayendo, tanto en volumen como en las rentas que produce la exportación de drogas ilícitas, así que como el botín es cada vez menor, la disputa es aún más violenta y el mercado externo se reemplaza con el mercado interno, lo que localiza aún más la confrontación entre bandas, y, 2) Los organismos de seguridad del Estado tardan cada vez menos tiempo en capturar o dar de baja a los nuevos cabecillas de esas pequeñas bandas, por lo que las luchas intestinas por el poder y el botín se han vuelto crónicas, permanentes. Son coletazos de un pasado que se resiste a desaparecer y, por tanto, en principio, situaciones puramente coyunturales que, con decisión y una buena política, el Estado podrá resolver en el futuro.
Pero aparte de estos problemas coyunturales de aumento del homicidio en algunas ciudades -compensado con la mencionada disminución en otras-, los demás indicadores de seguridad ciudadana han tenido un comportamiento positivo. En efecto, con respecto al año anterior, en todos hubo descensos, o sea, se presentaron menos casos: robo de residencias, menos 13 por ciento; asaltos a comercios, menos 17 por ciento; hurto a personas, menos 11 por ciento; robo de automóviles, menos 4 por ciento; asaltos a entidades financieras, menos 23 por ciento; lesiones comunes, menos 9 por ciento. Estos resultados confirman una vez más las tendencias positivas que se han venido manifestando en los últimos años en seguridad urbana en Colombia.
Frente a estos hechos ciertos, la pregunta obvia es: ¿Por qué en el país hay cada vez más preocupación por la seguridad ciudadana? Por varias razones, algunas también relacionadas con las paradojas del éxito. Porque ante la mejoría de la seguridad en los campos -por la desmovilización de los paramilitares y el debilitamiento de la guerrilla-, la seguridad urbana ha adquirido más notoriedad mediática y política. Porque frente al descenso general de los altos niveles de violencia que padecimos en el país en los años recientes, es natural y bueno que baje nuestro umbral de tolerancia hacia la violencia y que aumente nuestra sensibilidad ante el crimen. Y porque, como resultado de una mayor madurez democrática, ha aumentado nuestra exigencia a las autoridades locales en los temas de seguridad ciudadana.
Así que la inquietud creciente de la opinión por la seguridad ciudadana no puede ser sino positiva, siempre y cuando miremos el problema en su complejidad, reconozcamos que los problemas coyunturales ocurren dentro de procesos de mejoría estructural de largo plazo, y así evitemos caer en la tentación del pesimismo y la autoflagelación que interesadamente propician algunos.
LA ABSURDA CARAVANA DE HERBIN HOYOS
Voy a confesar uno de los sentimientos más escondidos que tengo, por culpa del cual me siento como una persona miserable: pero resulta que hay gremios que ayudan a que el mundo sea mejor, y que a mí me desesperan. Son un ejemplo de bondad y de sacrificio, pero yo, por lo menos, no soporto a los policías cívicos, que casi siempre son unos hijos de papi idiotas que sueñan con ser policías gringos; o a los Rotarios, que tienen algo de logia de perdedores; o al Club de Leones, cuyos miembros, no se sabe por qué, guindan pasacalles en pueblos de tierra caliente redactados en la quinta persona gramatical: "El Club de Leones de Fusagasugá os saluda": ¿por qué "os" saluda? ¿Es más barato cada cartel sin la letra l?
Ni qué decir de la Defensa Civil: ¿es confiable un gremio que usa uniformes anaranjados? ¿Puede uno dejarse rescatar por una institución cuyos miembros se la pasan haciendo de público en Sábados Felices?
Soy el primero en parecerme despreciable, el primero; pero desde hace un par de semanas he detectado con sorpresa que, además de esos gremios, hay personas admirables, sanas, que hacen el bien. Y que también detesto.
Me sucede, por ejemplo, con Jaime 'Papá' Jaramillo, el hombre bondadoso que se sumergía en las alcantarillas para recoger niños de la calle. No me lo aguanto. De un momento a otro se convirtió en una suerte de Sai Baba colombiano que, enfundado en una blusa blanca, y armado con una pulsera energética, reparte consejos que oscilan entre el budismo y la autoayuda a cuanta ama de casa se le acerque.
O Pedro Medina, el tipo de la Fundación 'Yo creo en Colombia': ¿puede pasar uno de ser gerente de Mc Donalds a ponerle una carita feliz a quien crea en la patria, que es como a todos ellos les gusta llamar a este muladar? ¿Es ese un trabajo? ¿No es mejor hacer una Fundación que se llame 'Yo creo en Mc Donalds', que es una empresa más confiable que el país? O César López: un músico joven, talentoso y comprometido con las mejores causas, que lidera una campaña por la paz que es tan admirable como cursi: para enviar su mensaje de reconciliación inventó una guitarra que le clava de regalo a cuanto músico extranjero pasa por Colombia, sin consideración alguna por los problemas que puedan presentar en las aduanas de los aeropuertos. Se llama la escopetarra, y es un híbrido de guitarra y escopeta, o de escopeta y terrorista vasco: no estoy seguro; no soy bueno para la etimología.
Había ventilado algunas de estas confesiones miserables en otras ocasiones, y las traigo a colación ahora porque sumé un nuevo individuo a esta lista de personas maravillosas que me producen desespero: y es, ay, Herbin Hoyos.
Quiero decir que no hay nadie más dedicado a la noble causa de luchar por los secuestrados, borrados sin misericordia de la memoria de todos los colombianos, menos de la suya: es un hombre valiente, extraordinario, que merece todos los aplausos por su compromiso humanitario.
Por eso sentí asco de mí mismo cuando me vi compadeciendo al Papa en el momento en que la caravana de motos que clamaban por la liberación de los colombianos, y que Herbin lideraba, se detuvo en el Vaticano para regalarle un casco blanco, el casco de la paz: ¿qué se supone que debe hacer el Papa con ese casco blanco? ¿Ponérselo cuando haga bici cross?
Yo también protesto contra el secuestro. Me parecen despreciables las Farc y todos los grupos que secuestran. Y admiro a Herbin Hoyos, además. Pero ¿qué sentido tenía montar una pandilla de harlistas criollos para viajar por toda Europa? ¿Cuántas cáscaras de mandarina tiraron por el camino? ¿Alguno de verdad creyó que el 'Mono Jojoy', conmovido, iba a pensar: "ya van por Marsella: creo que será mejor liberar a Moncayo"?
Entiendo que uno de los máximos momentos de la caravana fue cuando el pobre el vicealcalde de Roma tuvo que recibir con discurso a los motociclistas colombianos. En el acto protocolario estaba, cómo no, Sabas Pretelt, "el embajador cabeza e' huevo", como lo conocen en los más elevados círculos de la diplomacia europea: ¿Por qué somos así? ¿Por qué necesitamos siempre un momento de forzada solemnidad? ¿Alguien se imagina una caravana de las víctimas de la Camorra italiana en la plaza de Bolívar, mientras Yuri Chillán les entrega las llaves de la ciudad y Sabas -porque, no nos digamos mentiras: Sabas no se pierde una y también estaría en este evento- sonríe ante las cámaras?
El día que eso suceda seré el primero en oponerme, por varias razones: primero, en el exterior sabrían que hay un funcionario varón que se llama Yuri, lo cual acabaría con la imagen del país. Segundo, si Sabas está en el evento, es posible que algún estudiante lo tome de los tobillos y se lo tire en la cabeza a José Obdulio, como alguna vez ya sucedió. En ese instante el presidente Uribe, que reconoció hace poco que era un gamín, saldría de una alcantarilla mientras 'Papá' Jaramillo lo corretea para hablarle del aura, de sus chacras. Ante el caos, alguien, que puede ser Pedro Medina, llama a la Defensa Civil. Pero todos sus miembros estarán haciendo de público en Sábados Felices, en un especial de fin de año en que el 'Flaco' Agudelo y Héctor Elí Rojas sacarán lo mejor de su repertorio para hacer las delicias de la familia colombiana. Es un país imposible.
Ni qué decir de la Defensa Civil: ¿es confiable un gremio que usa uniformes anaranjados? ¿Puede uno dejarse rescatar por una institución cuyos miembros se la pasan haciendo de público en Sábados Felices?
Soy el primero en parecerme despreciable, el primero; pero desde hace un par de semanas he detectado con sorpresa que, además de esos gremios, hay personas admirables, sanas, que hacen el bien. Y que también detesto.
Me sucede, por ejemplo, con Jaime 'Papá' Jaramillo, el hombre bondadoso que se sumergía en las alcantarillas para recoger niños de la calle. No me lo aguanto. De un momento a otro se convirtió en una suerte de Sai Baba colombiano que, enfundado en una blusa blanca, y armado con una pulsera energética, reparte consejos que oscilan entre el budismo y la autoayuda a cuanta ama de casa se le acerque.
O Pedro Medina, el tipo de la Fundación 'Yo creo en Colombia': ¿puede pasar uno de ser gerente de Mc Donalds a ponerle una carita feliz a quien crea en la patria, que es como a todos ellos les gusta llamar a este muladar? ¿Es ese un trabajo? ¿No es mejor hacer una Fundación que se llame 'Yo creo en Mc Donalds', que es una empresa más confiable que el país? O César López: un músico joven, talentoso y comprometido con las mejores causas, que lidera una campaña por la paz que es tan admirable como cursi: para enviar su mensaje de reconciliación inventó una guitarra que le clava de regalo a cuanto músico extranjero pasa por Colombia, sin consideración alguna por los problemas que puedan presentar en las aduanas de los aeropuertos. Se llama la escopetarra, y es un híbrido de guitarra y escopeta, o de escopeta y terrorista vasco: no estoy seguro; no soy bueno para la etimología.
Había ventilado algunas de estas confesiones miserables en otras ocasiones, y las traigo a colación ahora porque sumé un nuevo individuo a esta lista de personas maravillosas que me producen desespero: y es, ay, Herbin Hoyos.
Quiero decir que no hay nadie más dedicado a la noble causa de luchar por los secuestrados, borrados sin misericordia de la memoria de todos los colombianos, menos de la suya: es un hombre valiente, extraordinario, que merece todos los aplausos por su compromiso humanitario.
Por eso sentí asco de mí mismo cuando me vi compadeciendo al Papa en el momento en que la caravana de motos que clamaban por la liberación de los colombianos, y que Herbin lideraba, se detuvo en el Vaticano para regalarle un casco blanco, el casco de la paz: ¿qué se supone que debe hacer el Papa con ese casco blanco? ¿Ponérselo cuando haga bici cross?
Yo también protesto contra el secuestro. Me parecen despreciables las Farc y todos los grupos que secuestran. Y admiro a Herbin Hoyos, además. Pero ¿qué sentido tenía montar una pandilla de harlistas criollos para viajar por toda Europa? ¿Cuántas cáscaras de mandarina tiraron por el camino? ¿Alguno de verdad creyó que el 'Mono Jojoy', conmovido, iba a pensar: "ya van por Marsella: creo que será mejor liberar a Moncayo"?
Entiendo que uno de los máximos momentos de la caravana fue cuando el pobre el vicealcalde de Roma tuvo que recibir con discurso a los motociclistas colombianos. En el acto protocolario estaba, cómo no, Sabas Pretelt, "el embajador cabeza e' huevo", como lo conocen en los más elevados círculos de la diplomacia europea: ¿Por qué somos así? ¿Por qué necesitamos siempre un momento de forzada solemnidad? ¿Alguien se imagina una caravana de las víctimas de la Camorra italiana en la plaza de Bolívar, mientras Yuri Chillán les entrega las llaves de la ciudad y Sabas -porque, no nos digamos mentiras: Sabas no se pierde una y también estaría en este evento- sonríe ante las cámaras?
El día que eso suceda seré el primero en oponerme, por varias razones: primero, en el exterior sabrían que hay un funcionario varón que se llama Yuri, lo cual acabaría con la imagen del país. Segundo, si Sabas está en el evento, es posible que algún estudiante lo tome de los tobillos y se lo tire en la cabeza a José Obdulio, como alguna vez ya sucedió. En ese instante el presidente Uribe, que reconoció hace poco que era un gamín, saldría de una alcantarilla mientras 'Papá' Jaramillo lo corretea para hablarle del aura, de sus chacras. Ante el caos, alguien, que puede ser Pedro Medina, llama a la Defensa Civil. Pero todos sus miembros estarán haciendo de público en Sábados Felices, en un especial de fin de año en que el 'Flaco' Agudelo y Héctor Elí Rojas sacarán lo mejor de su repertorio para hacer las delicias de la familia colombiana. Es un país imposible.
CHAVEZ: ¿CAMBIA DE ESCENARIO?
Durante toda la campaña, el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, candidato del FMLN, tomó cuanta distancia pudo del coronel Chávez. Aunque preservó lazos de amistad, dijo reiteradamente que su modelo no era el militar venezolano sino Lula, presidente del Brasil.
Una noticia del jueves revela con elocuente agudeza que Funes hablaba en serio. Preguntado por su incorporación al Alba, dijo. “Este es un punto definitivo: en nuestro gobierno no vamos a ingresar al Alba y ni siquiera lo estamos considerando. No le conviene al país formar parte del Alba, más claro no puedo ser”.
Por su parte, pese a los abrazos condimentados con la promesa de darle petróleo eternamente al Uruguay, José Mujica, el viejo revolucionario tupamaro, tampoco se alineó ciegamente con el coronel. Como lo recuerda El País del viernes, “durante la campaña electoral, Mujica dijo en varias ocasiones que es amigo de Chávez pero que su referente político es Lula”. Hace poco distinguió entre una verdadera revolución popular y el burocratismo caudillista de Venezuela.
A esto hay que agregar algunas hipótesis: no está descartado el triunfo de Serra en Brasil y el de Piñera en Chile. La amistad de Correa ha mostrado menor intensidad. Lobo en Honduras es todo menos chavista.
En fin: en pocos meses, la vieja ilusión del coronel golpista de convertirse en líder legendario, se ha visto ensombrecida por los movimientos geopolíticos recientes y los que se avecinan.
Lo que aparece claro con todo esto es que el vocablo “izquierda” puede ser bastante ambiguo. En Latinoamérica va desde la seriedad teutónica de la Bachellet (“en la vida hay que ser ético”) totalmente alejada del populismo, hasta la izquierda eficientista de Lula, pasando por varias estaciones intermedias.
Ernesto Samper ha dicho que el Partido Liberal debe ir a la izquierda. ¿A qué izquierda se refiere? A juzgar por sus últimas expresiones, pareciera que se inspira en el caudillo venezolano, que de día aprovecha cada salida televisiva para insultar a Colombia y de noche destruye empleos humildes, nacionaliza bancos, interviene la educación y compra armas a tutiplén. Lo de los empleos se lo recordó con donosura Francisco Santos en el Mercosur. Por cierto, al responder, Chávez batió récord mundial. Luis XIV se atrevió a decir “el Estado soy yo”. Chávez contestó: “Venezuela soy yo”. Porque al señalar que “comprábamos 1.000 millones de dólares; por decisión mía pasamos a 6.000 y ahora le compramos a quien nos plazca”, se apropió hasta del sector privado y derogó todo el enjambre de tratados de comercio de los cuales Venezuela hace parte.
Ir a la izquierda significa también, en el caso colombiano, buscar alianzas con el Polo Democrático y con la línea clientelista que ha tenido el poder y la hegemonía en ese partido. Pardo no ha descartado esto, y se entiende que obedece a esos dictados tremebundos que impone la política electoral.
Pero eso tiene su precio. Ya Vargas Lleras ha manifestado que no está en disposición de seguir los dictados de Samper. Muchos liberales salieron del oficialismo y se aposentan en las diversas vertientes del uribismo. No parece que el paisaje liberal, adornado por Chávez y el Polo sea atractivo para ellos.
¿Logrará el liberalismo despejar su futuro?
PEDIMOS JUSTICIA RECTA E IMPARCIAL
Un intenso artículo de la revista Semana última, intitulado 'La mala noche de los generales', contiene una poderosa carga submarina "contra los generales del Ejército más disciplinado de América", como dijera en carta a Bolívar el héroe de Ayacucho José María Córdova al ser llamado por la justicia a responder por supuestos delitos contra subalternos en operaciones de guerra. Un título en mayúscula en el interior -'La justicia ahora es más drástica con los altos mandos militares, que antes eran intocables'- y varios apartes de la misma nota hacen aún más explosiva esa carga. Veamos algunos.
Aunque el protagonista central de la nota es el general Jaime Uscátegui, a quien el Tribunal Superior de Bogotá acaba de condenar a 40 años de prisión, revocando el fallo favorable del juez que lo excluyó de responsabilidad penal por la masacre de Mapiripán en el Meta, la revista enumera otros casos de generales enjuiciados pero que aún no han sido condenados y dice: "Lo que revela esta actuación de la Justicia es el fortalecimiento de la democracia". Y más adelante añade: "También demuestra que las autoridades civiles están por encima del poder militar".
Curiosas, por decir lo menos, las dos aseveraciones. ¿Por qué el sacrificio de generales prestigiosos y de brillante actuación en orden público fortalece la democracia, que precisamente defendieron con sus vidas y sacrificios sin cuenta a lo largo de muchos años? Además: ¿Cuándo los militares en Colombia no han estado sujetos al poder civil? Solamente en las tres brevísimas incursiones castrenses en el poder político, que otros generales contribuyeron a derrocar, restaurando la democracia republicana sin pedir nada por sí mismos. Por otra parte, los generales enumerados en el artículo no han sido condenados pese al larguísimo tiempo que han demandado sus procesos, como ya se dijo.
Si la drasticidad de la justicia contra los militares llega al extremo de la inhumanidad, como en el caso del coronel Plazas, en el que el ánimo persecutorio y la saña de la jueza de la causa le impidió visitar a su padre agonizante y luego asistir a sus exequias, además de sacarlo a viva fuerza del Hospital Militar con guardias armados del Inpec y negarle la prisión militar para enviarlo a la cárcel La Picota, el contraste con delincuentes comunes tratados con singular benignidad es dramático. Nos encontramos con la Guerra Jurídica cuya existencia muchos violentólogos se niegan a reconocer.
Las similitudes que se pretende establecer de actuaciones de militares colombianos con las de otros países suramericanos, donde juntas castrenses todopoderosas y dictadores omnipotentes aplicaron la Doctrina de Seguridad Nacional, entendida como la contrainsurgencia basada en combatir "la combinación de todos los medios de lucha" de las revoluciones comunistas con metodología similar, no tienen asidero alguno.
Aquí nada de eso ha ocurrido. Si algunos comandantes pudieron incurrir en violaciones del Derecho de Gentes o en connivencia con "paramilitares" para la comisión de delitos atroces, nadie pide lenidad o silencio. Pedimos sí, y en ello nos asiste pleno derecho, justicia recta e imparcial, ajena a espectáculos mediáticos y que no confunda severidad con atropello, saña o retaliación, como viene ocurriendo en casos bien conocidos.
Negar la existencia de la Guerra Jurídica en Colombia es querer tapar el sol con las manos. En esta columna se han detallado innumerables casos de militares exitosos en operaciones contra las bandas en armas, destituidos de sus cargos, maltratados su honor y buen nombre, retiradas sus visas de Estados Unidos que terminan en cesaciones de procedimiento y preclusiones cuando ya el mal estaba hecho. El autor de esta columna sufrió en carne propia tales arremetidas, habiendo sido el más estricto cumplidor del Derecho de Gentes, como lo demuestra en sus libros, escritos después del retiro del servicio activo con inexistente "ruido de sables".
Aunque el protagonista central de la nota es el general Jaime Uscátegui, a quien el Tribunal Superior de Bogotá acaba de condenar a 40 años de prisión, revocando el fallo favorable del juez que lo excluyó de responsabilidad penal por la masacre de Mapiripán en el Meta, la revista enumera otros casos de generales enjuiciados pero que aún no han sido condenados y dice: "Lo que revela esta actuación de la Justicia es el fortalecimiento de la democracia". Y más adelante añade: "También demuestra que las autoridades civiles están por encima del poder militar".
Curiosas, por decir lo menos, las dos aseveraciones. ¿Por qué el sacrificio de generales prestigiosos y de brillante actuación en orden público fortalece la democracia, que precisamente defendieron con sus vidas y sacrificios sin cuenta a lo largo de muchos años? Además: ¿Cuándo los militares en Colombia no han estado sujetos al poder civil? Solamente en las tres brevísimas incursiones castrenses en el poder político, que otros generales contribuyeron a derrocar, restaurando la democracia republicana sin pedir nada por sí mismos. Por otra parte, los generales enumerados en el artículo no han sido condenados pese al larguísimo tiempo que han demandado sus procesos, como ya se dijo.
Si la drasticidad de la justicia contra los militares llega al extremo de la inhumanidad, como en el caso del coronel Plazas, en el que el ánimo persecutorio y la saña de la jueza de la causa le impidió visitar a su padre agonizante y luego asistir a sus exequias, además de sacarlo a viva fuerza del Hospital Militar con guardias armados del Inpec y negarle la prisión militar para enviarlo a la cárcel La Picota, el contraste con delincuentes comunes tratados con singular benignidad es dramático. Nos encontramos con la Guerra Jurídica cuya existencia muchos violentólogos se niegan a reconocer.
Las similitudes que se pretende establecer de actuaciones de militares colombianos con las de otros países suramericanos, donde juntas castrenses todopoderosas y dictadores omnipotentes aplicaron la Doctrina de Seguridad Nacional, entendida como la contrainsurgencia basada en combatir "la combinación de todos los medios de lucha" de las revoluciones comunistas con metodología similar, no tienen asidero alguno.
Aquí nada de eso ha ocurrido. Si algunos comandantes pudieron incurrir en violaciones del Derecho de Gentes o en connivencia con "paramilitares" para la comisión de delitos atroces, nadie pide lenidad o silencio. Pedimos sí, y en ello nos asiste pleno derecho, justicia recta e imparcial, ajena a espectáculos mediáticos y que no confunda severidad con atropello, saña o retaliación, como viene ocurriendo en casos bien conocidos.
Negar la existencia de la Guerra Jurídica en Colombia es querer tapar el sol con las manos. En esta columna se han detallado innumerables casos de militares exitosos en operaciones contra las bandas en armas, destituidos de sus cargos, maltratados su honor y buen nombre, retiradas sus visas de Estados Unidos que terminan en cesaciones de procedimiento y preclusiones cuando ya el mal estaba hecho. El autor de esta columna sufrió en carne propia tales arremetidas, habiendo sido el más estricto cumplidor del Derecho de Gentes, como lo demuestra en sus libros, escritos después del retiro del servicio activo con inexistente "ruido de sables".
PALO AL ALCALDE MORENO
A finales de este mes, la gran mayoría de alcaldes y gobernadores cumplen sus primeros dos años de gobierno. Esta "meta volante" del mandato que va por la mitad, da oportunidad para hacer balances de gestión y analizar las administraciones locales.
Dada la importancia de la Alcaldía de Bogotá como el segundo cargo más importante de elección popular, CAMBIO hizo un sondeo entre los 45 concejales de la ciudad y contrató una encuesta a Opinómetro-Datexco para calificar el desempeño de Samuel Moreno en cinco áreas clave: movilidad, seguridad, educación, salud y vivienda. Son sectores que no solo cuentan con músculo burocrático para ejecutar políticas, sino que enfrentan grandes desafíos, impuestos por el Plan de Desarrollo de la Alcaldía para el cuatrienio.
Por otra parte, dados los numerosos escándalos alrededor de licitaciones, llamados de alerta de organismos de control y de la oficina del Zar Anticorrupción, y procesos judiciales contra altos funcionarios, en la encuesta fue incluida una pregunta sobre corrupción.
Para lograr opiniones totalmente libres del Concejo Distrital, cuyas mayorías apoyan a Moreno, la encuesta se hizo por escrito y los concejales la respondieron sin dar su nombre.
Sobra decir que dado que tienen mayor conocimiento de la marcha de la ciudad y de la administración que el bogotano promedio, la calificación que hacen de la gestión del Alcalde se acerca más a la realidad que a la simple percepción de un ciudadano del común. La encuesta de opinión fue hecha el 8 de diciembre en 400 hogares mediante entrevista telefónica.
La primera conclusión del sondeo a los 45 concejales es que coinciden con los resultados de otras encuestas de percepción ciudadana, por ejemplo con el programa 'Bogotá, cómo vamos'. En esta libreta de calificaciones de la Alcaldía de Moreno solo aparecen aprobadas dos asignaturas, educación y salud, con la misma calificación: 3.55. Los encuestados por Opinómetro le dan 3,46, pero en salud rajan la gestión de la Alcaldía: 2,61.
En el resto de materias, la Alcaldía se raja de manera apabullante. En movilidad los concejales la desaprueban con una nota de 2.48 sobre cinco, y la opinión con 2,35. Todo indica que los esfuerzos que ha hecho Moreno en el segundo año de mandado para consolidar lo que algunos han llamado el 'kit de la movilidad' -metro, TransMilenio y Sistema Integrado de Transporte Público-, o no los reconoce o no los perciben ni los concejales ni los ciudadanos. Hay una brecha entre las ambiciosas metas de la Administración y las dificultades para ejecutarlas -los anuncios oficiales no se traducen en resultados tangibles-. Y a esto habría que sumarle los recientes escándalos sobre las licitaciones de los semáforos y del Sistema Integrado. La Alcaldía cierra mal un año que podría haber sido el de la movilidad.
En la siguiente materia, seguridad, los ediles rajan a Moreno con 2,37, y los ciudadanos lo hacen con 2,42. Pese a que las cifras oficiales de homicidios reflejan estabilidad, en materia de percepción de seguridad los indicadores se han disparado, cuestión que también reflejan estudios de la Cámara de Comercio de Bogotá, según los cuales una creciente proporción de capitalinos siente que la ciudad, el barrio, las calles y el transporte público son más inseguros que en años anteriores.
Las asignaturas más bajas son vivienda y corrupción. Los ediles rajan a la Alcaldía con 2,22 en la primera, y los ciudadanos con 2,96. Unos y otros coinciden en que, en materia de vivienda, la gestión de los dos gobiernos del Polo ha sido pobre, aunque este año la Administración tiene logros para mostrar como el proyecto Nuevo Usme con 10.500 unidades. Sin embargo, parece pesar más el rezago de seis años de lenta ejecución.
Corrupción
En cuanto a la delicada área de lucha contra la corrupción, los concejales le dan una 'palera' al alcalde Moreno, consideran que su gestión es muy pobre y la califican con 2,0 -la calificación más baja-, mientras que los ciudadanos le asignan un 2,46.
La pregunta que surge tras este examen de final del segundo año es si el pobre desempeño de la administración Moreno afectará al Polo Democrático en su conjunto, de tal forma que en las próximas elecciones le pase cuenta de cobro. Y esto tendría que ver, sobre todo, con la corrupción que hoy es percibida como muy alta tanto por el mundo político del Concejo, como por la opinión ciudadana. Si algo le exigen las bases a un gobierno de izquierda es la transparencia.
Por eso 2010 se presenta para la administración Moreno como un año de cambio y de redoblar esfuerzos para mejorar su gestión en las diferentes áreas, pero sobre todo para enviar inequívocos mensajes de cero tolerancia a la corrupción o comportamientos indebidos. Lo que está en juego es la capacidad de Moreno de dejar abonado el terreno para un tercer mandato de la izquierda en Bogotá.
(Vea el articulo completo en www.cambio.com.co)
Dada la importancia de la Alcaldía de Bogotá como el segundo cargo más importante de elección popular, CAMBIO hizo un sondeo entre los 45 concejales de la ciudad y contrató una encuesta a Opinómetro-Datexco para calificar el desempeño de Samuel Moreno en cinco áreas clave: movilidad, seguridad, educación, salud y vivienda. Son sectores que no solo cuentan con músculo burocrático para ejecutar políticas, sino que enfrentan grandes desafíos, impuestos por el Plan de Desarrollo de la Alcaldía para el cuatrienio.
Por otra parte, dados los numerosos escándalos alrededor de licitaciones, llamados de alerta de organismos de control y de la oficina del Zar Anticorrupción, y procesos judiciales contra altos funcionarios, en la encuesta fue incluida una pregunta sobre corrupción.
Para lograr opiniones totalmente libres del Concejo Distrital, cuyas mayorías apoyan a Moreno, la encuesta se hizo por escrito y los concejales la respondieron sin dar su nombre.
Sobra decir que dado que tienen mayor conocimiento de la marcha de la ciudad y de la administración que el bogotano promedio, la calificación que hacen de la gestión del Alcalde se acerca más a la realidad que a la simple percepción de un ciudadano del común. La encuesta de opinión fue hecha el 8 de diciembre en 400 hogares mediante entrevista telefónica.
La primera conclusión del sondeo a los 45 concejales es que coinciden con los resultados de otras encuestas de percepción ciudadana, por ejemplo con el programa 'Bogotá, cómo vamos'. En esta libreta de calificaciones de la Alcaldía de Moreno solo aparecen aprobadas dos asignaturas, educación y salud, con la misma calificación: 3.55. Los encuestados por Opinómetro le dan 3,46, pero en salud rajan la gestión de la Alcaldía: 2,61.
En el resto de materias, la Alcaldía se raja de manera apabullante. En movilidad los concejales la desaprueban con una nota de 2.48 sobre cinco, y la opinión con 2,35. Todo indica que los esfuerzos que ha hecho Moreno en el segundo año de mandado para consolidar lo que algunos han llamado el 'kit de la movilidad' -metro, TransMilenio y Sistema Integrado de Transporte Público-, o no los reconoce o no los perciben ni los concejales ni los ciudadanos. Hay una brecha entre las ambiciosas metas de la Administración y las dificultades para ejecutarlas -los anuncios oficiales no se traducen en resultados tangibles-. Y a esto habría que sumarle los recientes escándalos sobre las licitaciones de los semáforos y del Sistema Integrado. La Alcaldía cierra mal un año que podría haber sido el de la movilidad.
En la siguiente materia, seguridad, los ediles rajan a Moreno con 2,37, y los ciudadanos lo hacen con 2,42. Pese a que las cifras oficiales de homicidios reflejan estabilidad, en materia de percepción de seguridad los indicadores se han disparado, cuestión que también reflejan estudios de la Cámara de Comercio de Bogotá, según los cuales una creciente proporción de capitalinos siente que la ciudad, el barrio, las calles y el transporte público son más inseguros que en años anteriores.
Las asignaturas más bajas son vivienda y corrupción. Los ediles rajan a la Alcaldía con 2,22 en la primera, y los ciudadanos con 2,96. Unos y otros coinciden en que, en materia de vivienda, la gestión de los dos gobiernos del Polo ha sido pobre, aunque este año la Administración tiene logros para mostrar como el proyecto Nuevo Usme con 10.500 unidades. Sin embargo, parece pesar más el rezago de seis años de lenta ejecución.
Corrupción
En cuanto a la delicada área de lucha contra la corrupción, los concejales le dan una 'palera' al alcalde Moreno, consideran que su gestión es muy pobre y la califican con 2,0 -la calificación más baja-, mientras que los ciudadanos le asignan un 2,46.
La pregunta que surge tras este examen de final del segundo año es si el pobre desempeño de la administración Moreno afectará al Polo Democrático en su conjunto, de tal forma que en las próximas elecciones le pase cuenta de cobro. Y esto tendría que ver, sobre todo, con la corrupción que hoy es percibida como muy alta tanto por el mundo político del Concejo, como por la opinión ciudadana. Si algo le exigen las bases a un gobierno de izquierda es la transparencia.
Por eso 2010 se presenta para la administración Moreno como un año de cambio y de redoblar esfuerzos para mejorar su gestión en las diferentes áreas, pero sobre todo para enviar inequívocos mensajes de cero tolerancia a la corrupción o comportamientos indebidos. Lo que está en juego es la capacidad de Moreno de dejar abonado el terreno para un tercer mandato de la izquierda en Bogotá.
(Vea el articulo completo en www.cambio.com.co)
CRONICA DE UNA GUERRA ANUNCIADA
A pesar que el llamado de Hugo Chávez a prepararse para una guerra generó nerviosismo continental, no es una novedad. Amenaza con ella desde 1999 y no está improvisando.
La política de seguridad y defensa de la revolución bolivariana se formuló para enfrentar ese posible escenario. A eso responde el Concepto Estratégico de Defensa Integral y el Concepto Estratégico Militar, el fortalecimiento bélico, los vínculos con Rusia e Irán, la adopción de la llamada guerra asimétrica, al igual que la constitución de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y la Milicia Nacional, que operará en las áreas donde “ante la materialización de alguna de las hipótesis de conflicto les corresponderá actuar”, es decir, en la frontera con Colombia.
Desde esa perspectiva, un primer análisis sugiere que las advertencias de guerra y la compra de armamento, son expresiones de los factores psicológico, técnico y político que requiere una buena disuasión, siguiendo a Raymond Aron.
Pero la cuestión no es tan simple. Primero, porque es evidente que el Pentágono no tiene en su agenda planes de invasión en Latinoamérica. Segundo, porque en el absurdo caso de querer intervenir en Venezuela, técnicamente no necesita del territorio colombiano y, tercero, porque si bien los acuerdos suscritos entre Washington y Bogotá consolidan una alianza política y militar, son contra el narcotráfico y el terrorismo y no contra ninguna nación.
Son otras las verdaderas explicaciones. El poder militar cumple dos funciones: es clave en el mantenimiento y entronización de la revolución en la propia Venezuela y se concibe como bastión de la expansión del modelo bolivariano y de la construcción de la “Patria Grande”. El discurso de la disuasión esconde la ambición de convertirse en potencia militar, con capacidad de hacer operaciones más allá de sus fronteras, en alianza con otros gobiernos y hasta con organizaciones terroristas.
En ese contexto, cuando Chávez habla de guerra hay que creerle, así convenientemente después baje el tono, como acaba de suceder. Entre otras cosas, porque su gobierno declaró hace mucho tiempo una guerra irregular a Colombia, al apoyar activamente a las Farc en el propósito de derrumbar la democracia liberal e imponer el socialismo del siglo XXI.
Si bien es inviable una guerra convencional, no así un evento bélico, más aún cuando en el Palacio de Miraflores se elabora una historia ficticia que pretende dar vuelta a la real situación y pasar de agresor a agredido y de acusado a acusador, con la falsa denuncia de que la administración Uribe envía cuadrillas de paramilitares para asesinar al teniente coronel y desestabilizar la revolución.
El asesinato de jóvenes en la frontera, la sindicación de que eran paramilitares (lo que sus familias niegan), la utilización de mentirosos testimonios sobre una supuesta conspiración hecha desde la Casa de Nariño y la redacción de una novela de espionaje, que afecta además a Cuba y Ecuador, demuestra que se está montando un tablado para justificar una acción militar.
Otra opción es el escalamiento de la guerra irregular contra Colombia. El teniente coronel calificó la firma del acuerdo de cooperación como una declaración de guerra y le preocupan los efectos militares que tendrá en sus aliados, las golpeadas guerrillas. Adicionalmente, las Farc le ofrecieron ayuda militar a Chávez y este nunca la rechazó, por el contrario, le pidió entrenamiento a las Farc en guerra de guerrillas, conforme a la nueva doctrina militar bolivariana.
Es urgente que la comunidad internacional actúe para evitar el conflicto y desescalar la crisis. La iniciativa de acudir al Consejo de Seguridad de la ONU y la OEA es el camino, no UNASUR. Estas organizaciones deben garantizar la seguridad y la paz internacionales, sobre la base de proscribir la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, precisamente, cuestión en que está empeñada la revolución chavista.
La política de seguridad y defensa de la revolución bolivariana se formuló para enfrentar ese posible escenario. A eso responde el Concepto Estratégico de Defensa Integral y el Concepto Estratégico Militar, el fortalecimiento bélico, los vínculos con Rusia e Irán, la adopción de la llamada guerra asimétrica, al igual que la constitución de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y la Milicia Nacional, que operará en las áreas donde “ante la materialización de alguna de las hipótesis de conflicto les corresponderá actuar”, es decir, en la frontera con Colombia.
Desde esa perspectiva, un primer análisis sugiere que las advertencias de guerra y la compra de armamento, son expresiones de los factores psicológico, técnico y político que requiere una buena disuasión, siguiendo a Raymond Aron.
Pero la cuestión no es tan simple. Primero, porque es evidente que el Pentágono no tiene en su agenda planes de invasión en Latinoamérica. Segundo, porque en el absurdo caso de querer intervenir en Venezuela, técnicamente no necesita del territorio colombiano y, tercero, porque si bien los acuerdos suscritos entre Washington y Bogotá consolidan una alianza política y militar, son contra el narcotráfico y el terrorismo y no contra ninguna nación.
Son otras las verdaderas explicaciones. El poder militar cumple dos funciones: es clave en el mantenimiento y entronización de la revolución en la propia Venezuela y se concibe como bastión de la expansión del modelo bolivariano y de la construcción de la “Patria Grande”. El discurso de la disuasión esconde la ambición de convertirse en potencia militar, con capacidad de hacer operaciones más allá de sus fronteras, en alianza con otros gobiernos y hasta con organizaciones terroristas.
En ese contexto, cuando Chávez habla de guerra hay que creerle, así convenientemente después baje el tono, como acaba de suceder. Entre otras cosas, porque su gobierno declaró hace mucho tiempo una guerra irregular a Colombia, al apoyar activamente a las Farc en el propósito de derrumbar la democracia liberal e imponer el socialismo del siglo XXI.
Si bien es inviable una guerra convencional, no así un evento bélico, más aún cuando en el Palacio de Miraflores se elabora una historia ficticia que pretende dar vuelta a la real situación y pasar de agresor a agredido y de acusado a acusador, con la falsa denuncia de que la administración Uribe envía cuadrillas de paramilitares para asesinar al teniente coronel y desestabilizar la revolución.
El asesinato de jóvenes en la frontera, la sindicación de que eran paramilitares (lo que sus familias niegan), la utilización de mentirosos testimonios sobre una supuesta conspiración hecha desde la Casa de Nariño y la redacción de una novela de espionaje, que afecta además a Cuba y Ecuador, demuestra que se está montando un tablado para justificar una acción militar.
Otra opción es el escalamiento de la guerra irregular contra Colombia. El teniente coronel calificó la firma del acuerdo de cooperación como una declaración de guerra y le preocupan los efectos militares que tendrá en sus aliados, las golpeadas guerrillas. Adicionalmente, las Farc le ofrecieron ayuda militar a Chávez y este nunca la rechazó, por el contrario, le pidió entrenamiento a las Farc en guerra de guerrillas, conforme a la nueva doctrina militar bolivariana.
Es urgente que la comunidad internacional actúe para evitar el conflicto y desescalar la crisis. La iniciativa de acudir al Consejo de Seguridad de la ONU y la OEA es el camino, no UNASUR. Estas organizaciones deben garantizar la seguridad y la paz internacionales, sobre la base de proscribir la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, precisamente, cuestión en que está empeñada la revolución chavista.
GLORIA CUARTAS Y LA "TRAICION A LA PATRIA"
Sólo el cinismo y la incapacidad para reconocer la verdad le permite a la ex alcaldesa Gloria Cuartas decir que el acuerdo entre Bogotá y Washington sobre las bases colombianas es un atentado contra la soberanía del país. Quien dice eso, atreviéndose, de paso, a acusar al presidente Álvaro Uribe de traición a la patria, es la misma que aplaudía hace unos años la ocupación de Europa del Este por las tropas del Pacto de Varsovia. La misma que veía en la URSS y en la Alemania del Este ejemplos para la humanidad. Entre tanto, la URSS y sus regímenes satélites se derrumbaron, gracias a una serie de revoluciones políticas donde las masas populares, para emplear el manido cliché leninista, jugaron el papel decisivo.
Gloria Cuartas y el Partido Comunista Colombiano, dirigentes a su vez del Polo Democrático y de algunos grupúsculos chavistas, no dejaron de lamentar ese desplome. En el fondo, ellos siguen esperando hacer de Colombia y Venezuela un rebrote de eso, un infierno socialista, sin libertades, sin economía y sin futuro.
En estos días se celebra en todas partes el 20 aniversario de la caída del muro de Berlín. Gloria Cuartas, quien habla de soberanía nacional, olvida que la RDA estaba ocupada por 300 000 soldados soviéticos, es decir que ese país no tenía rastro alguno de soberanía nacional.
Gloria Cuartas y sus amigos, quienes hablan de “traición a la patria, olvidan que Raúl Reyes fue formado en la RDA para que regresara a Colombia a perfeccionar la maquinaria para matar colombianos. Ella y su colectivo Las Polas, que dicen preocuparse por la violencia política contra las mujeres, ocultan lo que ocurrió el 17 de junio de 1953 en Berlín Oriental cuando el levantamiento popular contra el régimen comunista fue aplastado por los blindados soviéticos. Entre el centenar de manifestantes que murieron en las calles había decenas de mujeres. ¿No saben que, además, los tribunales comunistas ordenaron fusilar a 20 huelguistas arrestados en esa jornada de lucha?
Gloria Cuartas y sus amigos no protestaron jamás por eso, ni protestaron en 1961 cuando Khruchtchev ordenó la construcción del muro de Berlín.
Ellos quieren que los colombianos olviden lo que ocurría en las sociedades que los soviéticos sometieron. Quieren que ignoremos que entre octubre de 1949 y el 13 de agosto de 1961, fecha de la construcción del infame muro, 3,5 millones de alemanes huyeron hacia Occidente pues no podían soportar ese Estado de obreros y campesinos, donde, los campesinos habían perdido sus tierras, los médicos e ingenieros debían convertirse en funcionarios y donde los institutores perdían su empleo por no ser comunistas. Quieren que olvidemos que entre 1949 y 1989, 200 000 personas fueron encarceladas en la RDA por motivos políticos, que entre 1961 y 1983, cerca de 1 200 personas murieron tratando de cruzar el muro de Berlín.
A los activistas que capitanea Gloria Cuartas, enfermos de anti uribismo, habría que recordarles lo que fue la RDA, para sólo hablar de uno de los regímenes totalitarios que ellos tanto admiran. Recordarles que la STASI, la policía política de Alemania del Este, creada bajo el modelo de la Checa soviética y la Gestapo alemana, llegó a tener, hasta octubre de 1989, al final del gobierno de Erich Honecker, 91 000 agentes permanentes y 61 000 más ocasionales, para vigilar a diario los hechos y gestos más íntimos de los 17 millones de habitantes de ese pobre país.
Que la población de la RDA, sobre todo los funcionarios, los intelectuales, los jóvenes, los obreros, las iglesias, las universidades, eran espiados por el gobierno. La STASI podía interceptar las conversaciones telefónicas que quería y poner los micrófonos que quería y donde quería. Ese ministerio, encargado de defender al Partido Socialista Unificado (el partido comunista) y combatir a “los enemigos del socialismo, como decían sus estatutos, podía firmar órdenes de captura sin pasar por la oficina de un juez y abría, a diario, 90 000 cartas privadas. Esa policía alcanzó a redactar seis millones de expedientes individuales, y a tomar un millón y medio de fotos de sus víctimas. Todo eso puede ser consultado y dos millones y medios de alemanes lo han consultado.
Las Polas, las Piedades y las Glorias quieren que olvidemos que las técnicas de represión más feroces fueron utilizadas allí, sobre todo en el primer periodo de la RDA: desde las torturas y los fusilamientos clandestinos, hasta los métodos más sofisticados de tortura psicológica para destruir la personalidad de los detenidos, mediante drogas, intimidaciones, humillaciones y la falta de sueño. La STASI y todo ese andamiaje criminal se derrumbó pues el PSU estaba minado por dentro.
Los que gritan contra Colombia saben todo esto y sueñan con aplicar esos métodos y construir ese tipo de sociedad policiaca, pero se cuidan de decirlo a sus seguidores y electores. Saben que el acuerdo militar con Estados Unidos es un obstáculo más a sus bellos planes. Por eso inventan fábulas. Cada vez que esa gente se atreva a hablar de “soberanía nacional”y de traición a la patria”habrá que confrontarlos a sus mentiras y a su memoria culpable.
PONGA EL AVISO, SEÑOR PRESIDENTE
En las ultimas semanas el gobierno ha manifestado su intención de vender el 15% de Ecopetrol para financiar el enorme rezago en infraestructura que existe en el país.
Es, en opinión de quien escribe esta nota, una estupenda idea; y el Presidente debe poner el anuncio de venta de forma inmediata. (Recomiendo, como una ayudita para mantener mi puesto, que lo haga en los clasificados dominicales de El Espectador).
¿Y por qué es una estupenda idea vender Ecopetrol para invertir en infraestructura? Por diversas razones, siendo la principal que el valor social de la inversión en infraestructura es mucho más alto que el valor de Ecopetrol. Para los expertos, la pésima infraestructura de Colombia tiene un costo en el crecimiento anual del orden del 2% del PIB. Es decir, alrededor de 5.000 millones de dólares al año, cifra considerablemente superior a los dividendos que el Estado recibe por ese 15% de Ecopetrol. Rudolf Hommes, en El Tiempo (nov. 20/09), afirma: “La inversión pública en infraestructura da resultados más rápidamente en términos de crecimiento económico y de empleo… (y) dotar a Colombia de un número de proyectos estratégicos de carreteras, puertos y comunicaciones responde a las necesidades sociales y apunta en la dirección de alcanzar niveles sostenidos de crecimiento mayores”. Otra razón para vender es que, siendo casi una certeza que en el curso de las próximas dos décadas el combustible del sector transporte no van a ser los productos derivados del petróleo, una empresa exclusivamente petrolera tiende a perder valor —a mediano plazo— en los mercados. Es, por lo tanto, un excelente momento para vender las acciones de Ecopetrol. (El compromiso que van a adquirir los países desarrollados en Copenhague, incluyendo China, de reducir las emisiones contaminantes, va a ser un puntillazo más en el ataúd de los combustibles fósiles).
En contra de la venta de Ecopetrol se suelen esgrimir argumentos espurios como el que la empresa pasará a manos extranjeras y que el país va a perder el control sobre su petróleo y las políticas energéticas. ¿Acaso alguien se va a llevar Ecopetrol de Colombia? O ¿para imponer normas de tránsito tiene el Estado que ser el propietario de los carros?
Pero lo que el Presidente no debe hacer, bajo ninguna circunstancia, es entregarle el producto de la venta del 15% de Ecopetrol al Ministerio de Transporte. Durante las últimas cuatro administraciones, pero muy especialmente en los últimos siete años, esta institución ha demostrado su total falta de visión, capacidad y compromiso para rescatar la infraestructura del increíble abandono en que se encuentra. Según el economista Alejandro Gaviria (El Espectador, nov. 22/09): “En el Ministerio de Transporte, en particular, la planeación es casi inexistente. Los análisis rigurosos, los cálculos de los beneficios y los costos brillan por su ausencia. En cambio las peticiones regionales, los prospectos de elefantes blancos y las presiones de los cazadores de rentas resplandecen con luz propia… Hay muchas cosas que la plata de Ecopetrol no puede comprar. Una de ellas es la planeación adecuada. Otra, la gestión transparente y eficaz”. Hoy, sólo Planeación Nacional y el Ministerio de Hacienda pueden garantizarle al país que los recursos producto de la venta del 15% de Ecopetrol no los vayan a dilapidar o rifar los caciques regionales. La experiencia demuestra que el Ministerio de Transporte, rodeado de escándalos, no tiene ni la capacidad, ni la transparencia, para el manejo de estos millonarios recursos.
Como punto final, al ministro Gallego (respetuosamente y sólo con el ánimo de velar por su porvenir) se le recomienda que pase por el Seguro Social, llene los requisitos del caso y solicite siete años y medio más de incapacidad.
Es, en opinión de quien escribe esta nota, una estupenda idea; y el Presidente debe poner el anuncio de venta de forma inmediata. (Recomiendo, como una ayudita para mantener mi puesto, que lo haga en los clasificados dominicales de El Espectador).
¿Y por qué es una estupenda idea vender Ecopetrol para invertir en infraestructura? Por diversas razones, siendo la principal que el valor social de la inversión en infraestructura es mucho más alto que el valor de Ecopetrol. Para los expertos, la pésima infraestructura de Colombia tiene un costo en el crecimiento anual del orden del 2% del PIB. Es decir, alrededor de 5.000 millones de dólares al año, cifra considerablemente superior a los dividendos que el Estado recibe por ese 15% de Ecopetrol. Rudolf Hommes, en El Tiempo (nov. 20/09), afirma: “La inversión pública en infraestructura da resultados más rápidamente en términos de crecimiento económico y de empleo… (y) dotar a Colombia de un número de proyectos estratégicos de carreteras, puertos y comunicaciones responde a las necesidades sociales y apunta en la dirección de alcanzar niveles sostenidos de crecimiento mayores”. Otra razón para vender es que, siendo casi una certeza que en el curso de las próximas dos décadas el combustible del sector transporte no van a ser los productos derivados del petróleo, una empresa exclusivamente petrolera tiende a perder valor —a mediano plazo— en los mercados. Es, por lo tanto, un excelente momento para vender las acciones de Ecopetrol. (El compromiso que van a adquirir los países desarrollados en Copenhague, incluyendo China, de reducir las emisiones contaminantes, va a ser un puntillazo más en el ataúd de los combustibles fósiles).
En contra de la venta de Ecopetrol se suelen esgrimir argumentos espurios como el que la empresa pasará a manos extranjeras y que el país va a perder el control sobre su petróleo y las políticas energéticas. ¿Acaso alguien se va a llevar Ecopetrol de Colombia? O ¿para imponer normas de tránsito tiene el Estado que ser el propietario de los carros?
Pero lo que el Presidente no debe hacer, bajo ninguna circunstancia, es entregarle el producto de la venta del 15% de Ecopetrol al Ministerio de Transporte. Durante las últimas cuatro administraciones, pero muy especialmente en los últimos siete años, esta institución ha demostrado su total falta de visión, capacidad y compromiso para rescatar la infraestructura del increíble abandono en que se encuentra. Según el economista Alejandro Gaviria (El Espectador, nov. 22/09): “En el Ministerio de Transporte, en particular, la planeación es casi inexistente. Los análisis rigurosos, los cálculos de los beneficios y los costos brillan por su ausencia. En cambio las peticiones regionales, los prospectos de elefantes blancos y las presiones de los cazadores de rentas resplandecen con luz propia… Hay muchas cosas que la plata de Ecopetrol no puede comprar. Una de ellas es la planeación adecuada. Otra, la gestión transparente y eficaz”. Hoy, sólo Planeación Nacional y el Ministerio de Hacienda pueden garantizarle al país que los recursos producto de la venta del 15% de Ecopetrol no los vayan a dilapidar o rifar los caciques regionales. La experiencia demuestra que el Ministerio de Transporte, rodeado de escándalos, no tiene ni la capacidad, ni la transparencia, para el manejo de estos millonarios recursos.
Como punto final, al ministro Gallego (respetuosamente y sólo con el ánimo de velar por su porvenir) se le recomienda que pase por el Seguro Social, llene los requisitos del caso y solicite siete años y medio más de incapacidad.
LOS AMIGOS DE CHAVEZ
Supongo que ya es muy tarde para buscar algo de coherencia en eso que llaman Revolución Bolivariana, pero la visita de Mahmoud Ahmadineyad, presidente iraní, ha rebasado todos los límites de la cordura.
Y hay que decirlo: porque el asunto no se limitó a los aspavientos de Chávez y a los balbuceos de Evo Morales, su marioneta, sino que incluyó a un presidente de la izquierda más o menos seria y democrática. Y los que queremos una izquierda más o menos seria y democrática para América Latina, confesémoslo, quedamos preocupados cuando Lula le abrió los brazos a Ahmadineyad, un fundamentalista violento, un fanático peligroso cuyo país tiene una de las peores hojas de vida del mundo en materia de derechos humanos. Junto, probablemente, a Rusia y China. Dos aliados de Chávez: en eso, por lo menos, la Revolución es coherente.
Las banderas de Irán y de Venezuela son “libres y revolucionarias”, dijo Chávez mientras se abrazaba con Ahmadineyad. No voy a discutir la noción de libertad que tiene Chávez, en cuyo régimen los derechos civiles desaparecen cada hora, pero hablar de libertad para referirse a Irán sólo puede venir de la estupidez o de la ignorancia. Irán, comencemos por ahí, es una teocracia. Ésta puede ser una palabra muy complicada para Chávez, pero le ayudo con una imagen: la de los cientos de mujeres condenadas a muerte por los jueces islámicos, mujeres hundidas hasta el cuello y apedreadas con piedras escogidas para no causar la muerte instantánea, sino prolongar el dolor y la agonía. Al lado de ellas, las condenadas por fornicación (artículo 83 del Código Penal) se sienten afortunadas: sólo reciben cien latigazos. Las condenadas por no llevar el velo islámico (artículo 102) reciben 74: éstas lo tienen fácil.
Pero tal vez soy injusto: Chávez nunca ha dicho nada acerca de las mujeres en la Revolución Bolivariana. Miremos, entonces, el caso de los trabajadores, cuya defensa Chávez no se cansa de tomar. En el Irán de Ahmadineyad, Sussan Razani y Shiva Kheirabadi recibieron latigazos (70 y 15, respectivamente) por celebrar el 1° de mayo. En el parque Laleh de Teherán la policía del Régimen llenó cinco furgonetas con trabajadores cuyo crimen fue participar en el Día del Trabajo. Después, decenas de líderes sindicales han sido encarcelados sin cargos, o con cargos por los cuales ya habían sido absueltos; muchos de ellos han pasado semanas en paradero desconocido, y algunos de éstos han denunciado torturas: es la manera, ya célebre entre las organizaciones laboristas internacionales, en que el gobierno de Ahmadineyad se enfrenta a los activistas o a los sindicatos. Pero Ahmadineyad, para Chávez, es un ejemplo de “batalla por la libertad de su pueblo”.
La Venezuela de Chávez y el Irán de Ahmadineyad tienen varios puntos en común: en ambos países se persigue a la oposición, o se la reprime violentamente; en ambos países se ha comenzado una desaforada carrera armamentista con el pretexto de la defensa; en ambos países la Revolución adoctrina a los niños y castiga a los profesores rebeldes; y con razón, pues en ambos países las protestas de los estudiantes han minado poco a poco la estabilidad del régimen. “La revolución islámica, la revolución bolivariana, hijas de una misma historia”, dijo Chávez.
Es verdad: la historia universal de la infamia.
Y hay que decirlo: porque el asunto no se limitó a los aspavientos de Chávez y a los balbuceos de Evo Morales, su marioneta, sino que incluyó a un presidente de la izquierda más o menos seria y democrática. Y los que queremos una izquierda más o menos seria y democrática para América Latina, confesémoslo, quedamos preocupados cuando Lula le abrió los brazos a Ahmadineyad, un fundamentalista violento, un fanático peligroso cuyo país tiene una de las peores hojas de vida del mundo en materia de derechos humanos. Junto, probablemente, a Rusia y China. Dos aliados de Chávez: en eso, por lo menos, la Revolución es coherente.
Las banderas de Irán y de Venezuela son “libres y revolucionarias”, dijo Chávez mientras se abrazaba con Ahmadineyad. No voy a discutir la noción de libertad que tiene Chávez, en cuyo régimen los derechos civiles desaparecen cada hora, pero hablar de libertad para referirse a Irán sólo puede venir de la estupidez o de la ignorancia. Irán, comencemos por ahí, es una teocracia. Ésta puede ser una palabra muy complicada para Chávez, pero le ayudo con una imagen: la de los cientos de mujeres condenadas a muerte por los jueces islámicos, mujeres hundidas hasta el cuello y apedreadas con piedras escogidas para no causar la muerte instantánea, sino prolongar el dolor y la agonía. Al lado de ellas, las condenadas por fornicación (artículo 83 del Código Penal) se sienten afortunadas: sólo reciben cien latigazos. Las condenadas por no llevar el velo islámico (artículo 102) reciben 74: éstas lo tienen fácil.
Pero tal vez soy injusto: Chávez nunca ha dicho nada acerca de las mujeres en la Revolución Bolivariana. Miremos, entonces, el caso de los trabajadores, cuya defensa Chávez no se cansa de tomar. En el Irán de Ahmadineyad, Sussan Razani y Shiva Kheirabadi recibieron latigazos (70 y 15, respectivamente) por celebrar el 1° de mayo. En el parque Laleh de Teherán la policía del Régimen llenó cinco furgonetas con trabajadores cuyo crimen fue participar en el Día del Trabajo. Después, decenas de líderes sindicales han sido encarcelados sin cargos, o con cargos por los cuales ya habían sido absueltos; muchos de ellos han pasado semanas en paradero desconocido, y algunos de éstos han denunciado torturas: es la manera, ya célebre entre las organizaciones laboristas internacionales, en que el gobierno de Ahmadineyad se enfrenta a los activistas o a los sindicatos. Pero Ahmadineyad, para Chávez, es un ejemplo de “batalla por la libertad de su pueblo”.
La Venezuela de Chávez y el Irán de Ahmadineyad tienen varios puntos en común: en ambos países se persigue a la oposición, o se la reprime violentamente; en ambos países se ha comenzado una desaforada carrera armamentista con el pretexto de la defensa; en ambos países la Revolución adoctrina a los niños y castiga a los profesores rebeldes; y con razón, pues en ambos países las protestas de los estudiantes han minado poco a poco la estabilidad del régimen. “La revolución islámica, la revolución bolivariana, hijas de una misma historia”, dijo Chávez.
Es verdad: la historia universal de la infamia.
BUSCANDO UNA SOLUCION
La renuncia de Virginia Uribe a la terna de donde debe salir el nombre de quien reemplace en propiedad a Mario Iguarán, puede constituirse en una importante oportunidad de la que resulte un entendimiento institucional entre el Ejecutivo y la Corte Suprema.
Al momento de escribir esta columna no se conoce el nombre de la mujer que va a reemplazar a la abogada Uribe. Con esta nueva persona, la Corte tendrá en sus manos una terna renovada en un 66%, con lo que le quedará muy difícil seguir alegando la inviabilidad de la misma.
El simple hecho de que los magistrados reciban con buena tónica la renovación de la terna evitando una reacción inmediata de descalificación, sería un mensaje importante que indefectiblemente serviría para empezar a diseñar un mecanismo que permita subsanar las profundas diferencias que existen entre unos magistrados de la Suprema y el Jefe de Estado.
El problema surgió a raíz del discurso pronunciado por el presidente Uribe con ocasión de los 120 años de la Corte Suprema. Allí, él fijó su posición al respaldar la posibilidad de que la Corte Constitucional conozca acciones de tutela contra sentencias de otras cortes.
Los magistrados homenajeados consideraron que las palabras del Presidente eran una limitación del poder de la cabeza de la justicia colombiana. Desde entonces, el rifirrafe ha ido creciendo hasta llegar a lo que tenemos hoy.
No se trata de buscar culpables ni de señalar responsabilidades, ejercicio que a estas alturas no servirá de mucho. El esfuerzo debe concentrarse en el diagnóstico pormenorizado de las diferencias y las posibles soluciones.
Para que el entendimiento pueda darse, se requiere de actitudes positivas y de mensajes armónicos. Sería nefasto que en el mismo instante en que la Casa de Nariño revele el nombre de la nueva persona que integrará la terna, la Corte responda con una entrevista destemplada en la que ratifique la supuesta inviabilidad de la misma.
Lo primero que hay que entender es que la crisis con la Corte no se limita al asunto de la elección del Fiscal General de la Nación. Este episodio ha sido un brote más de los muchos que ha habido con esa corporación. Así que la elección de Fiscal no va a ser la solución de los problemas. Ahí todavía quedan algunos asuntos por dirimir.
Se trata de hallar una solución institucional en la que ojalá participen personas conocedoras de los asuntos y que, discretamente, puedan hacer una serie de propuestas tendientes a limar las asperezas y los malos entendidos que se han presentado.
El asunto debe tratarse con total desprevención, donde todas las variables puedan ser tenidas en cuenta, sin que existan temas vedados. El Gobierno tiene muchas quejas sobre el proceder de algunos magistrados y seguramente ellos, a su vez, tendrán algunos reparos por plantear.
Sin un ejercicio como el planteado, va a ser muy difícil encontrarle una solución de largo plazo al problema.
Sólo falta que las partes interesadas den su visto bueno y den inicio a un acercamiento discreto del que seguramente el resultado será mucho mejor del que hasta los más optimistas se imaginan.
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La gran noticia de la semana: las autoridades pudieron descubrir al bandido que andaba amenazando a los hijos del Presidente a través de Facebook. Los cobardes que se dedican a amenazar a través de internet y que creen que se saldrán con la suya, deben estar temblando del susto porque su hora ha terminado.
BAYLY
Creo que fué un cabezazo de Claudia Gurisatti contratar a Jaime Bayly para su NTN24, a pesar de que en la fiesta del primer aniversario del canal el hombre le propinó un certero palazo muy cerca de la yugular, confundiéndola, no sé por qué, con la piñata.
Bayly va por la vida de extraña capul, bien alimentado y mejor bebido, y se envuelve en una ideología claramente a la derecha del espectro, actitud más que consistente con los sabrosos honorarios que le pagan. Su derechismo, sin embargo, me parece un dato menor. Puede haber algo de instinto —otros dirían oportunismo— en su postura ideológica, habida cuenta de que la payasada es hoy más común en la falsa izquierda espectáculo, en la izquierda populista de América Latina, encarnada por Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega (violador de menores), Cristina Fernández de Kirchner (sombra sobremaquillada de su espeluznante marido), Correa, Zelaya y, desde el domingo, Pepe Mujica. Como en la derecha no deja de haber solemnidades protuberantes, Bayly también se mete con ellos, y pese a su declarada admiración por Álvaro Uribe, más de una vez lo ha puesto en ridículo por su inglés masticado.
El eficaz método de Bayly me recuerda un famoso consejo del judo: usa la fuerza del contrario a tu favor. Porque lo que el hombre hace es pasar trozos de video seleccionados con ojo de águila y luego despedazarlos sin piedad, salpicando aquí y allá insultos elegantes, ironías y sarcasmos. Claro que exagera cada que puede e induce a conclusiones forzadas, sólo que si el material original no fuera ridículo, resultaría muy difícil ridiculizarlo, de modo que no habría espacio para Bayly sin la exaltada cursilería política de nuestro continente. Otras veces, las menos, mete un trozo de película para enfatizar un punto. Mejor sería, dado el tema, que utilizara secuencias del Cartoon Network.
Bayly es sobre todo un provocador y como tal cumple un papel esencial en una sociedad abierta. Aunque a muchos espíritus candorosos les fastidie, el derecho a la burla sangrienta hace parte de la receta de la democracia liberal. Los solemnes de lado y lado del espectro político no entienden esto y claman indignados. La semana pasada Bayly se mofó del folclórico Pepe Mujica, presidente electo de Uruguay, repitiendo varias veces un video en el que el antiguo tupamaro balbucea tonterías ante la cámara, borracho como una cuba. El educadísimo público de la supuesta Suiza de América Latina le respondió con una descarga de cañería muy poco suiza. Al detallar esto último, Bayly lucía feliz: los insultos del público son su condecoración preferida.
Quisieran los bienpensantes que las burlas se pronunciaran en el tono prudente y ceremonial del padre García Herreros, pero así no tiene gracia. La verdadera tolerancia es la que se ejerce con los venenosos y los corrosivos, como Bayly. Uno no tiene por qué estar de acuerdo con ellos para reírse a mandíbula batiente de lo que dicen. Las descargas de las palomas sobre las estatuas vivientes son sanas y estimulantes. Y las palomas, como los gatos de Deng Xiaoping, pueden ser blancas, negras o grises.
En fin, Bayly seguirá escarneciendo a medio mundo desde su nueva atalaya bogotana. El horario, a las diez de la noche, la impresentable decoración de los sets del canal y la frecuencia diaria podrían cansar, pero ése ya es un problema de quienes celebran sus aniversarios con peligrosas piñatas.
Bayly va por la vida de extraña capul, bien alimentado y mejor bebido, y se envuelve en una ideología claramente a la derecha del espectro, actitud más que consistente con los sabrosos honorarios que le pagan. Su derechismo, sin embargo, me parece un dato menor. Puede haber algo de instinto —otros dirían oportunismo— en su postura ideológica, habida cuenta de que la payasada es hoy más común en la falsa izquierda espectáculo, en la izquierda populista de América Latina, encarnada por Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega (violador de menores), Cristina Fernández de Kirchner (sombra sobremaquillada de su espeluznante marido), Correa, Zelaya y, desde el domingo, Pepe Mujica. Como en la derecha no deja de haber solemnidades protuberantes, Bayly también se mete con ellos, y pese a su declarada admiración por Álvaro Uribe, más de una vez lo ha puesto en ridículo por su inglés masticado.
El eficaz método de Bayly me recuerda un famoso consejo del judo: usa la fuerza del contrario a tu favor. Porque lo que el hombre hace es pasar trozos de video seleccionados con ojo de águila y luego despedazarlos sin piedad, salpicando aquí y allá insultos elegantes, ironías y sarcasmos. Claro que exagera cada que puede e induce a conclusiones forzadas, sólo que si el material original no fuera ridículo, resultaría muy difícil ridiculizarlo, de modo que no habría espacio para Bayly sin la exaltada cursilería política de nuestro continente. Otras veces, las menos, mete un trozo de película para enfatizar un punto. Mejor sería, dado el tema, que utilizara secuencias del Cartoon Network.
Bayly es sobre todo un provocador y como tal cumple un papel esencial en una sociedad abierta. Aunque a muchos espíritus candorosos les fastidie, el derecho a la burla sangrienta hace parte de la receta de la democracia liberal. Los solemnes de lado y lado del espectro político no entienden esto y claman indignados. La semana pasada Bayly se mofó del folclórico Pepe Mujica, presidente electo de Uruguay, repitiendo varias veces un video en el que el antiguo tupamaro balbucea tonterías ante la cámara, borracho como una cuba. El educadísimo público de la supuesta Suiza de América Latina le respondió con una descarga de cañería muy poco suiza. Al detallar esto último, Bayly lucía feliz: los insultos del público son su condecoración preferida.
Quisieran los bienpensantes que las burlas se pronunciaran en el tono prudente y ceremonial del padre García Herreros, pero así no tiene gracia. La verdadera tolerancia es la que se ejerce con los venenosos y los corrosivos, como Bayly. Uno no tiene por qué estar de acuerdo con ellos para reírse a mandíbula batiente de lo que dicen. Las descargas de las palomas sobre las estatuas vivientes son sanas y estimulantes. Y las palomas, como los gatos de Deng Xiaoping, pueden ser blancas, negras o grises.
En fin, Bayly seguirá escarneciendo a medio mundo desde su nueva atalaya bogotana. El horario, a las diez de la noche, la impresentable decoración de los sets del canal y la frecuencia diaria podrían cansar, pero ése ya es un problema de quienes celebran sus aniversarios con peligrosas piñatas.
NO ES TANTO EL DISPARATE
Para la sinrazón absoluta, para la equivocación sin atenuantes reserva nuestro idioma la palabra disparate. Disparatado será entonces el que incurre en estos yerros o en uno solo, pero de tamaño superlativo. Sin embargo, cuando empezamos a dudar de todo, guiados por el gran maestro de la filosofía moderna, incluimos el disparate en nuestro repertorio de metódicos escepticismos.
La cuestión se nos volvió apasionante cuando vimos incursos en frecuentes desvíos de este tipo a los precursores de toda la cultura occidental. Que los griegos, los mismos que enseñaron con Pitágoras la Matemática y con Euclides la Geometría, los de la Mayéutica Socrática y de la lógica Aristotélica, se complacieran en crear centauros, y esfinges y euménides, nos puso en una pista interesante. Porque se trata nada menos que de penetrar en el fondo del disparate para encontrar las razones que oculta, la fuerza que lo anima, el sentido que le da vida.
Cuando supimos de la decisión de dos conjueces nombrados por el Consejo Nacional Electoral para asunto que nunca pudimos entender a derechas, nos pareció todo aquello un majestuoso disparate. Todo aquello, empezando por la composición misma del Consejo Nacional Electoral, que no se le puede ocurrir sino a constituyentes colombianos. Porque darle cierto carácter de juez a los que por definición expresa representan a los partidos, es una tontería excelsa. Que remata cuando en un cuerpo colegiado de nueve no mandan cinco, sino seis. Lo que significa que cuatro hacen la más inverosímil mayoría que jamás pudo existir.
Cuando a propósito del Referendo se dividió el Consejo en esa fatídica proporción de cinco contra cuatro, se dedicaron los magistrados de la disparatada Corte a resolver el disparate.
¿Cómo encontrar dos tercios de votos para tomar una decisión? Parece que vino el matemático del grupo y les dijo que si a nueve sumaban tres quedaban 12 y que las dos terceras partes de 12 serían ocho. Así que pusieron manos a la obra y eligieron tres conjueces. Pero como son conjueces de jueces parcializados, es decir, de partidos, también llevaban esa tacha implícita. Y dividiéndose como se dividieran, habría de suceder que muy difícilmente los tres nuevos se sumarían a los cinco de la mayoría antigua.
Ante este nuevo problema, tomaron un mejor camino. Y fue decirles a los tres que hicieran lo que les viniera en gana. Y lo hicieron por mayoría simple, es decir, de dos contra uno, siendo este solitario, por mandato de la suerte, el que coincidía con la mayoría de los cinco. De modo que ganaron los cuatro, que se alzaron con el santo y la limosna.
Pues la limosna y el santo son nada menos que el Referendo reeleccionista. Los conjueces cometieron el disparate enorme, inocultable, apabullante, de decidir lo que ni siquiera hubieran podido hacer quienes les cedieron el poder. Y decretaron la nulidad de la recolección de las firmas, que vale tanto como decretar la nulidad de la ley que aprobó el Referendo.
Son tantos los atropellos a la razón que en esa decisión se envuelven, que no se sabría por dónde empezar, ni por dónde terminar su análisis. Pero recordemos la espantable lógica que se oculta en los disparates mayúsculos. Y es que los dos conjueces lo desafían todo para que se pierda lo que más falta le hace al Referendo, que es el tiempo. Y tiempo no habrá para buscarle remedio judicial a semejante locura. Por donde se ve que los disparatados no son los conjueces, ni la minoría del Consejo Nacional Electoral, ni la oposición. Disparatada la mayoría que no comprendió el disparate que es aquel Consejo y el disparate que puede producir a la hora de resolver las cuestiones más serias. Así quedó consumado el más cuidadoso y costoso disparate de nuestra Historia
La cuestión se nos volvió apasionante cuando vimos incursos en frecuentes desvíos de este tipo a los precursores de toda la cultura occidental. Que los griegos, los mismos que enseñaron con Pitágoras la Matemática y con Euclides la Geometría, los de la Mayéutica Socrática y de la lógica Aristotélica, se complacieran en crear centauros, y esfinges y euménides, nos puso en una pista interesante. Porque se trata nada menos que de penetrar en el fondo del disparate para encontrar las razones que oculta, la fuerza que lo anima, el sentido que le da vida.
Cuando supimos de la decisión de dos conjueces nombrados por el Consejo Nacional Electoral para asunto que nunca pudimos entender a derechas, nos pareció todo aquello un majestuoso disparate. Todo aquello, empezando por la composición misma del Consejo Nacional Electoral, que no se le puede ocurrir sino a constituyentes colombianos. Porque darle cierto carácter de juez a los que por definición expresa representan a los partidos, es una tontería excelsa. Que remata cuando en un cuerpo colegiado de nueve no mandan cinco, sino seis. Lo que significa que cuatro hacen la más inverosímil mayoría que jamás pudo existir.
Cuando a propósito del Referendo se dividió el Consejo en esa fatídica proporción de cinco contra cuatro, se dedicaron los magistrados de la disparatada Corte a resolver el disparate.
¿Cómo encontrar dos tercios de votos para tomar una decisión? Parece que vino el matemático del grupo y les dijo que si a nueve sumaban tres quedaban 12 y que las dos terceras partes de 12 serían ocho. Así que pusieron manos a la obra y eligieron tres conjueces. Pero como son conjueces de jueces parcializados, es decir, de partidos, también llevaban esa tacha implícita. Y dividiéndose como se dividieran, habría de suceder que muy difícilmente los tres nuevos se sumarían a los cinco de la mayoría antigua.
Ante este nuevo problema, tomaron un mejor camino. Y fue decirles a los tres que hicieran lo que les viniera en gana. Y lo hicieron por mayoría simple, es decir, de dos contra uno, siendo este solitario, por mandato de la suerte, el que coincidía con la mayoría de los cinco. De modo que ganaron los cuatro, que se alzaron con el santo y la limosna.
Pues la limosna y el santo son nada menos que el Referendo reeleccionista. Los conjueces cometieron el disparate enorme, inocultable, apabullante, de decidir lo que ni siquiera hubieran podido hacer quienes les cedieron el poder. Y decretaron la nulidad de la recolección de las firmas, que vale tanto como decretar la nulidad de la ley que aprobó el Referendo.
Son tantos los atropellos a la razón que en esa decisión se envuelven, que no se sabría por dónde empezar, ni por dónde terminar su análisis. Pero recordemos la espantable lógica que se oculta en los disparates mayúsculos. Y es que los dos conjueces lo desafían todo para que se pierda lo que más falta le hace al Referendo, que es el tiempo. Y tiempo no habrá para buscarle remedio judicial a semejante locura. Por donde se ve que los disparatados no son los conjueces, ni la minoría del Consejo Nacional Electoral, ni la oposición. Disparatada la mayoría que no comprendió el disparate que es aquel Consejo y el disparate que puede producir a la hora de resolver las cuestiones más serias. Así quedó consumado el más cuidadoso y costoso disparate de nuestra Historia