Costosa politiquería de Santos y canciller Holguín no resuelve conflicto Paz Palestino-Israelí


Nada justifica el costoso e improductivo viaje de la canciller Ángela Holguín al  Medio Oriente, con el  insulso argumento de buscar la paz entre israelíes y palestinos.  Costoso porque los viáticos y pasajes  de ella y su combo de asesores diplomáticos, salen del presupuesto nacional y no traen nada positivo para Colombia. Improductivo porque si Estados Unidos no ha podido hacer nada al respecto en 63 años de existencia del Estado de Israel, mucho menos lo va hacer Colombia que carece de influencia  internacional decisiva y de experiencia al respecto. Ni siquiera tenemos paz interna ni buenas relaciones con los gobiernos comunistas vecinos.
     Es un acto más de politiquería y autofiguración del veleidoso presidente Santos, que muy al estilo Pastrana, pretende tapar su inoperancia en las relaciones internacionales con el entorno que corresponde a Colombia; mediante viajes personales de autopromoción, pensando inclusive en la futura Secretaria General de las Naciones Unidas.
     No por méritos sino por intrigas y demagogia. Su ego es enorme. No importa que pierda Colombia. Lo importante es que él gane. Igual a cuando Gaviria envió a Noemí por varios países a hacerle campaña personal para la OEA pagada con el erario público. Y nadie dijo nada como también sucede ahora con Santos.
    Un examen a la labor de la Cancillería y los cuerpos diplomáticos y consulares acreditados en el exterior culmina con una baja muy baja calificación, alrededor del extenso ramillete de funciones y obligaciones de embajadores y cónsules. Todo esto porque Colombia no tiene objetivos nacionales, ni conducción estratégica de la política internacional.
    La actitud publicitaria y vanidosa de Santos y la ministra Holguín en el Medio Oriente, corroboran que están “disparando a todo lo que se mueve a ver que cae”, y lo que es peor, que no hay una línea coherente y  estructurada del manejo de la diplomacia y las relaciones exteriores por parte de la Cancillería. Sencillamente, no saben para donde van, ni a donde quieren llegar.
    Por esa razón Colombia carece de peso específico en las organizaciones internacionales, Chávez y Correa sacan su estilo pelafustán para agredirnos, el gobierno de Brasil pretende legitimar a las Farc; y Bolivia, Nicaragua, y Cuba se convirtieron en santuarios de las Farc. Entretanto el Departamento de Estado ratifica que las Farc siguen en Venezuela cobijadas por Chávez y su gobierno.
    Además que en La Haya tenemos pendiente el fallo de un escabroso litigio con Nicaragua, que se puede perder por inacción diplomática nuestra. Allí es donde debería estar la señora Holguín. No haciendo populismo internacional. De remate, antes que pensar en la paz entre palestinos e israelíes, Santos debería estar ocupado en solucionar el problema de la paz en Colombia… ¿O no es así?
     Pero todo esto sucede como si nada. La canciller Holguín que debería enfocar esfuerzos en temas de seguridad nacional, instaurando las demandas pertinentes y reclamando respeto para la soberanía colombiana, anda de paseo por el Medio Oriente hablando con los palestinos, y haciendo politiquería a favor de Santos.
     Igual que cuando Belisario Betancur quiso ocultar su ineptitud en Colombia y se inventó el cuento de liderar el Grupo de Contadora. La historia se repite y no hay quien ponga los puntos sobre las íes. Por ejemplo: ¿Por qué el Congreso de la República no llama a la Canciller a que explique su conducta pantallera frente a este tema, mientras descuida los verdaderos intereses de Colombia en la región?
¿Porqué la Procuraduría mira para otro lado en este caso?. ¿Acaso no son dineros del erario público malgastados en inoficiosos viajes?. ¿Por qué la Contraloría que dice tener manejo gerencial para observar la inversión de las Finanzas Públicas, no establece la relación costo-beneficio de este esperpento politiquero e inicia las investigaciones legales a que haya lugar?. ¿Acaso no necesitamos ese dinero para inversión social, o para mitigar los daños causados por el invierno, o para capacitar mejor a los funcionarios públicos, o para obras públicas, o para pagar los salarios legitimos de policias y militares vulnerados desde 1992, o para mejorar el desastroso servicio de salud de la Fuerza Pública, o para costear la defensa juridica de militares y policias victimas de la guerra jurídica comunista, etc?
Pero la prensa, los centros de pensamiento político y las universidades también callan. Nadie dice nada. No nos duele Colombia. La canciller puede dedicarse a pasear y exhibir su cara bonita en beneficio de la politiquería de Santos, con la desvergonzada certeza que  los contribuyentes pagamos todo eso.
     Es hora que Colombia entera reaccione. Que exijamos a los cónsules y embajadores que promuevan nuestros productos comerciales, que incrementen la difusión del talento científico, cultural y académico de miles de colombianos, que luchan solos en el exterior sin apoyo de un establecimiento que lo único que hace es usufructuar las mieles del poder y voltear al espalda a quienes los eligen y les pagan por aumentar la burocracia. Mejor dicho, que cumplan las funciones de los cargos que muchos de ellos ocupan sin merecerlo.
Basta con ver la pésima atención que hay en consulados y embajadas colombianas. A manera de ejemplo mientras la embajada  China atiende las 24 horas en casi todos los países del mundo, y sus funcionarios hablan a la perfección el idioma local, los consulados colombianos solo atienden hasta la una de la tarde, descansan los festivos del país donde están y los festivos de Colombia, y a duras penas sirven para tramitar algunos documentos de identidad, expedir algunas certificaciones que son formatos de computador y eso si esperar que los atiendan como reyes, porque todos son “doctores”.
    En síntesis, mientras la Canciller anda de paseo por Israel, el vecindario fortalece su diplomacia y nos gana la mano en el juego de ajedrez geoestratégico del hemisferio, hacia adentro y hacia el resto del planeta. ¿Será que alguien puede hacer algo? ¿O seguimos callados e indiferentes ante tanta inoperancia y demagogia? ¿ Oserá que santos no tiene que ocuparse primero de la paz en Colombia, que de meter la nariz en un problema que ni siquiera Estados Unidos ha resuelto?

Coronel Luis Alberto VillamarínPulido
Analista de asuntos estratégicos

DEL DESENGAÑO A LA RABIA...


En cuanto al tema de la aprobación, en primer debate, de la reforma a la justicia, prometida desde su campaña por el presidente Juan Manuel Santos, no se sabe qué fue más desconcertante: si el engaño o la manera en que fuimos subestimados los colombianos.

Porque haber tardado un año, con la disculpa de que se estaba discutiendo y elaborando una verdadera reforma de fondo, una "reforma estructural a la justicia", para salir luego con una modificación que no es más que un paquete de medidas que, no solamente no resuelve el preocupante panorama en que se encuentra sumida nuestra justicia, sino que, por el contrario, lo que hace es aumentar y proteger las prerrogativas de las altas cortes y de los congresistas, es un grosero engaño.

Para muestra una sarta de botones: no se eliminó el Consejo Superior de la Judicatura (eliminación que se convirtió en razón para la dichosa reforma) y, más bien, se lo favoreció.

Se ha extendido cuatro años el período de los omnipotentes magistrados de las altas cortes (de 8 a 12 años) y se les aumentó la edad de retiro forzoso en cinco años (de 65 a 70 años).

No se modificó la facultad que tienen los togados para intervenir en la elección de Fiscal, Contralor y Procurador, lo que significa que sigue campante su politización.

No se crearon herramientas para atacar la impunidad, pero en cambio, se da más dinero del presupuesto judicial, a los sufridos y orondos magistrados, etc.

Ahora bien, lo que es francamente descarado es que el presidente Juan Manuel Santos, intentando defender ese esperpento de los centenares de críticas que le han caído encima, se hubiera puesto a exaltar las bondades del consenso y lo calificara como "ejemplo maravilloso de coherencia y armonía entre las distintas instituciones del Estado", en las que "no hubo vencedores".

Los colombianos no somos tan bobos como para no darnos cuenta de cómo fue que se repartieron la torta de privilegios de la reforma judicial, en la que cada quien sacó su mejor tajada y por eso no hubo vencedores pero sí, un vencido, el eterno perdedor: el pueblo colombiano, ese que diariamente padece, de una u otra manera, la inoperancia del aparato judicial.

Como nos damos cuenta también de que una reforma estructural y profunda de la rama judicial no será posible mediante el armonioso consenso (con el que el actual gobierno pretende resolver todos los problemas), mientras los mismos integrantes de la rama que debe ser intervenida sean quienes tracen las directrices y, por supuesto, inclinen la balanza hacia lo que les convenga.

Nos tocará, por lo pronto, seguir padeciendo esta infame dictadura del cartel de las togas.

Si la reconciliación del presidente Juan Manuel Santos con su "nuevo mejor amigo", el presidente venezolano, Hugo Chávez, y el haberle cambiado la terna para que la Corte Suprema de Justicia le nombrara un Fiscal General de la Nación en propiedad, me habían hecho pasar del desconcierto al desengaño, ahora es su notoria falta de carácter (pantalones) para resolver problemas la que me ha hecho pasar del desengaño a la rabia.

El Colombiano, 13 de octubre 2011