BOLILLO A LAS NORMAS


Sorprendente que la ley proteja a las mujeres y que representantes de los poderes públicos y del fútbol criollo desconozcan las obligaciones que ella impone. Y que desaprovechen la oportunidad para enviar un claro mensaje de rechazo a la violencia contra las mujeres. Las leyes por un lado, el comportamiento de los dirigentes en contravía.
Aparte de que de las lesiones personales se encargue el Código Penal, Colombia adoptó en 1995 la Convención interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (“Convención de Belém de Pará”).
Con la demora usual en procesos que no son prioridad para muchos, pasaron trece años para que, en desarrollo de la convención, se aprobara la ley 1257, cuyo objeto consiste en la “adopción de normas que permitan garantizar para todas las mujeres una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como en el privado...”. Además de las obligaciones del Estado, las organizaciones de la sociedad civil “tienen la responsabilidad de tomar parte activa en el logro de la eliminación de la violencia y la discriminación contra las mujeres” (Art. 15).
Aunque el espíritu de la ley 1257 es claro en materia de protección a las mujeres, ésta se queda corta en materia de sanciones. Por eso, la ley del Plan de Desarrollo (L. 1450/11) compromete al Gobierno Nacional a su inmediata reglamentación. Incomprensible la posición de la senadora Liliana Rendón, que debería ser abanderada de primera línea de los derechos de las mujeres en un país que las casca.
En cuanto a los resultados de la encuesta que favorece la continuidad del Bolillo, valdría la pena acudir a métodos alternativos de selección muestral. ¿Por qué no aplicarla a una muestra de mujeres maltratadas?
En cualquier caso, es grave que el lamentable hecho no convoque de manera unánime a la sociedad y que, por el contrario, permita su trivialización. Indica, también, que parte importante de las madres colombianas educan a sus hijos e hijas al corte machista. Desde “mija, sírvale el almuerzo a su hermano” hasta el aguante de las golpizas del cónyuge...
Finalmente, como suele ocurrir en el fútbol colombiano, de seguir Bolillo en el cargo, lo retirarán cuando la Selección pierda uno o dos partidos, como pasó con Pinto, Chiqui y Maturana hace poco. O él mismo lo hará, como lo hizo en Ecuador o como amenazó hace pocas semanas en Argentina, por motivos banales al lado de la gravedad de pegarles a las mujeres.
Los señores de la Federación, al discutir qué hacer con la carta de renuncia (no irrevocable, por supuesto) del señor Gómez, deberían antes leer las normas y entender que las leyes son acciones y no buenas intenciones, que imponen obligaciones sociales y que el Bolillo debe irse de la Selección.

ElEspectador.com
martes, 16 de Agosto de 2011

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