CHAVEZ: ¿CAMBIA DE ESCENARIO?



Durante toda la campaña, el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, candidato del FMLN, tomó cuanta distancia pudo del coronel Chávez. Aunque preservó lazos de amistad, dijo reiteradamente que su modelo no era el militar venezolano sino Lula, presidente del Brasil.

Una noticia del jueves revela con elocuente agudeza que Funes hablaba en serio. Preguntado por su incorporación al Alba, dijo. “Este es un punto definitivo: en nuestro gobierno no vamos a ingresar al Alba y ni siquiera lo estamos considerando. No le conviene al país formar parte del Alba, más claro no puedo ser”.

Por su parte, pese a los abrazos condimentados con la promesa de darle petróleo eternamente al Uruguay, José Mujica, el viejo revolucionario tupamaro, tampoco se alineó ciegamente con el coronel. Como lo recuerda El País del viernes, “durante la campaña electoral, Mujica dijo en varias ocasiones que es amigo de Chávez pero que su referente político es Lula”. Hace poco distinguió entre una verdadera revolución popular y el burocratismo caudillista de Venezuela.

A esto hay que agregar algunas hipótesis: no está descartado el triunfo de Serra en Brasil y el de Piñera en Chile. La amistad de Correa ha mostrado menor intensidad. Lobo en Honduras es todo menos chavista.

En fin: en pocos meses, la vieja ilusión del coronel golpista de convertirse en líder legendario, se ha visto ensombrecida por los movimientos geopolíticos recientes y los que se avecinan.

Lo que aparece claro con todo esto es que el vocablo “izquierda” puede ser bastante ambiguo. En Latinoamérica va desde la seriedad teutónica de la Bachellet (“en la vida hay que ser ético”) totalmente alejada del populismo, hasta la izquierda eficientista de Lula, pasando por varias estaciones intermedias.

Ernesto Samper ha dicho que el Partido Liberal debe ir a la izquierda. ¿A qué izquierda se refiere? A juzgar por sus últimas expresiones, pareciera que se inspira en el caudillo venezolano, que de día aprovecha cada salida televisiva para insultar a Colombia y de noche destruye empleos humildes, nacionaliza bancos, interviene la educación y compra armas a tutiplén. Lo de los empleos se lo recordó con donosura Francisco Santos en el Mercosur. Por cierto, al responder, Chávez batió récord mundial. Luis XIV se atrevió a decir “el Estado soy yo”. Chávez contestó: “Venezuela soy yo”. Porque al señalar que “comprábamos 1.000 millones de dólares; por decisión mía pasamos a 6.000 y ahora le compramos a quien nos plazca”, se apropió hasta del sector privado y derogó todo el enjambre de tratados de comercio de los cuales Venezuela hace parte.

Ir a la izquierda significa también, en el caso colombiano, buscar alianzas con el Polo Democrático y con la línea clientelista que ha tenido el poder y la hegemonía en ese partido. Pardo no ha descartado esto, y se entiende que obedece a esos dictados tremebundos que impone la política electoral.

Pero eso tiene su precio. Ya Vargas Lleras ha manifestado que no está en disposición de seguir los dictados de Samper. Muchos liberales salieron del oficialismo y se aposentan en las diversas vertientes del uribismo. No parece que el paisaje liberal, adornado por Chávez y el Polo sea atractivo para ellos.

¿Logrará el liberalismo despejar su futuro?

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