Que las Farc manden pruebas de supervivencia de 10 secuestrados indicaría que están encartadas


Como muchos de los que siguen la evolución del conflicto armado, quedé sorprendido con las imágenes de 10 de los secuestrados por las Farc presentadas por televisión. Algo muy extraño tenía que estar pasando para que esa organización armada buscara entregar unas pruebas de supervivencia que más parecían un testimonio de la agonía de los secuestrados, cuando no el dictado de sus precarios testamentos. Se salían de la lógica con que las Farc habían venido manejando ese tipo de pruebas.

Todos los libros escritos por ex secuestrados señalan el cuidado que tiene la guerrilla para recoger esas llamadas pruebas de vida. No era infrecuente que días antes de tomarlas les mejoraran la alimentación, los cuidados de salud y hasta que les hicieran sesiones de bronceo. Pero lo común era la peluqueada, la afeitada y la ropa, si no nueva por lo menos recién lavada, todo acompañado de charlas con amenazas veladas para que aparecieran saludables y sin melancolía. El escenario de la filmación era escogido luminoso. Las cadenas y los candados no hacían parte de él. El nuevo material parecía realizado siguiendo otro formato, el de los rehenes en Afganistán e Irak, decapitados o en condiciones miserables ante las cámaras.

¿Qué pasó con estas pruebas? ¿Era material de descarte que algún infiltrado sacó sin la anuencia del Secretariado? ¿Era, tal vez, un trabajo especial de Pixar? La confirmación de Piedad Córdoba de que el material podrían ser las pruebas que las Farc le habían prometido enviar, confiscadas posiblemente por el acucioso trabajo de sus guardaespaldas, permite pensar que las Farc las mandaron tal cual, y la razón de ello podría ser que están encartadas con los secuestrados y desean salir de ellos lo más pronto posible.

¿Por qué sus rehenes, que antes eran un as, son ahora una carga? Sencillamente porque en 12 años que llevan algunos secuestrados las cosas han cambiado. La guerra ha dado un giro que obliga a las Farc a emplearse a fondo, no pueden darse el lujo de tener a muchos de sus hombres de confianza amarrados a la sombra de los secuestrados. Saben que, con secuestrados en su poder, el honor de los militares siempre estará ofendido y que, muertos o liberados por acciones del Ejército y la Policía, la ganancia será para estas fuerzas que sin la presión de los secuestrados bajarán la intensidad de sus operativos.

Ahora tienen urgencia de entregarlos y con algún rédito visible que les salve la cara. Esta es la razón por la que los muestran en el más lúgubre de los escenarios: una tela de camuflaje con remiendos, una silla armada con cuerdas viejas y unos hombres demacrados, vestidos con camisetas húmedas, con el espíritu hecho polvo y con la ignominia de las cadenas. Las Farc quieren mostrarlos en trance de despedida para que las presiones por su liberación sean tantas, que les permitan salir de ellos mediante mecanismos diferentes a la entrega unilateral y sin contraprestaciones. Para ello proponen la fórmula más simple: soltar tres sin condiciones, salvo que los reciba una comisión, y el resto los liberan mientras el Gobierno hace lo propio con sus presos. Sin negociación ni zona de despeje. Sencillo: ustedes sueltan allá y nosotros aquí. Pareciera fácil pero aun así el Gobierno no le jala. Para mayor desdicha de los secuestrados, sus familias y la humanidad, los tiempos de la guerrilla parecen seguir siendo los de 'Tirofijo', y los del Gobierno los del corazón de piedra.

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