Algunos columnistas de la oposición a quienes -como es obvio- les caen muy mal las recientes encuestas en que el Presidente de la República sube algunos puntos de popularidad, han resuelto atacar a las firmas que realizan los sondeos. Se equivocan: le están echando la culpa de la fiebre al termómetro. Quien le sube la popularidad a Uribe no es el Gallup Poll, queridos colegas: ¡es Hugo Chávez!
Con sus agresivas andanadas contra Colombia en Aló, Presidente, en sus entrevistas y en sus discursos, por cuenta del acuerdo entre Bogotá y Washington para la presencia estadounidense en bases militares colombianas; con sus amenazas contra el comercio binacional, cada vez más ciertas y verificables en la realidad, y con su sostenida política de comprar armas ofensivas, como tanques y cohetes rusos de hasta 300 kilómetros de alcance, Chávez no hace más que justificar la alianza colombo-estadounidense que, en el sentir de muchos colombianos, "nos defiende contra ese loco". Y, de paso, el teniente coronel empuja a Uribe hacia arriba en las encuestas.
El presidente colombiano había venido retrocediendo poco a poco en los sondeos este año. La franja del centro del espectro político, constituida por colombianos de clase media, residentes en las ciudades y que había estado con Uribe desde el 2002, en los meses recientes se había ido llenando de prevenciones en contra de su segunda reelección. Le reconocían al Presidente sus éxitos en seguridad, pero -temerosos como son siempre los electores de clase media- los inquietaba mucho el ambiente de crispación y choque de trenes por su búsqueda del tercer mandato.
¿Qué llevó a muchos en esa franja a volver a respaldar a Uribe? Ellos siguen viendo los riesgos de la perpetuación de una misma persona en la Presidencia, y siguen palpando el ambiente de polarización y guerra entre los poderes públicos. Pero la amenaza de Chávez los asusta mucho más. Mientras que el peligro institucional de un tercer mandato de Uribe les parece teórico, sienten a diario la agresividad de Chávez, la ven crecer a diario con las poderosas armas que compra y la comprueban a diario en la caída de las exportaciones colombianas a Venezuela, por orden del teniente coronel.
Si no fuera por Chávez, el respaldo a Uribe se estaría quebrando. De hecho, si uno mira el Gallup Poll con cuidado, el mandatario colombiano no las tiene todas consigo para la segunda reelección. Un 58 por ciento votaría el referendo. Pero en esos 58 puntos porcentuales hay muchas fisuras. Ocho puntos votarían contra la reelección, cuatro más tienen grandes dudas y otros 20 puntos corresponden a colombianos que no votaron en las más recientes elecciones, las de alcaldes y gobernadores en el 2007 y, por lo tanto, son asimilables a la amplia franja abstencionista. Esto quiere decir que, del 58 por ciento que votaría el referendo, solo 26 puntos porcentuales resultan seguros para Uribe. Y eso está en el borde de la cuarta parte del censo electoral que debe votar el referendo para que sea válido.
Hace algunos meses ya se notaban estas fisuras. Y, de hecho, eran mayores, lo que hacía peligrar gravemente la iniciativa. Lo que ha mejorado un poco las cargas para el Presidente, repito, es la frenética avanzada anticolombiana de Chávez. Me han contado algunas fuentes que varios dirigentes opositores, tanto del Polo como de la corriente izquierdosa del liberalismo, han ido a Caracas a pedirle de rodillas al teniente coronel que le baje el tonito a la pelea, porque está ayudando a que suba la popularidad de Uribe. Pero Chávez no les ha hecho caso. Ni se lo va a hacer: en el fondo, quiere que su vecino salga reelegido para poder justificar más agresividad, más compra de armas y más embelecos con los cuales distraer el desastre interno del socialismo del siglo XXI.
Con sus agresivas andanadas contra Colombia en Aló, Presidente, en sus entrevistas y en sus discursos, por cuenta del acuerdo entre Bogotá y Washington para la presencia estadounidense en bases militares colombianas; con sus amenazas contra el comercio binacional, cada vez más ciertas y verificables en la realidad, y con su sostenida política de comprar armas ofensivas, como tanques y cohetes rusos de hasta 300 kilómetros de alcance, Chávez no hace más que justificar la alianza colombo-estadounidense que, en el sentir de muchos colombianos, "nos defiende contra ese loco". Y, de paso, el teniente coronel empuja a Uribe hacia arriba en las encuestas.
El presidente colombiano había venido retrocediendo poco a poco en los sondeos este año. La franja del centro del espectro político, constituida por colombianos de clase media, residentes en las ciudades y que había estado con Uribe desde el 2002, en los meses recientes se había ido llenando de prevenciones en contra de su segunda reelección. Le reconocían al Presidente sus éxitos en seguridad, pero -temerosos como son siempre los electores de clase media- los inquietaba mucho el ambiente de crispación y choque de trenes por su búsqueda del tercer mandato.
¿Qué llevó a muchos en esa franja a volver a respaldar a Uribe? Ellos siguen viendo los riesgos de la perpetuación de una misma persona en la Presidencia, y siguen palpando el ambiente de polarización y guerra entre los poderes públicos. Pero la amenaza de Chávez los asusta mucho más. Mientras que el peligro institucional de un tercer mandato de Uribe les parece teórico, sienten a diario la agresividad de Chávez, la ven crecer a diario con las poderosas armas que compra y la comprueban a diario en la caída de las exportaciones colombianas a Venezuela, por orden del teniente coronel.
Si no fuera por Chávez, el respaldo a Uribe se estaría quebrando. De hecho, si uno mira el Gallup Poll con cuidado, el mandatario colombiano no las tiene todas consigo para la segunda reelección. Un 58 por ciento votaría el referendo. Pero en esos 58 puntos porcentuales hay muchas fisuras. Ocho puntos votarían contra la reelección, cuatro más tienen grandes dudas y otros 20 puntos corresponden a colombianos que no votaron en las más recientes elecciones, las de alcaldes y gobernadores en el 2007 y, por lo tanto, son asimilables a la amplia franja abstencionista. Esto quiere decir que, del 58 por ciento que votaría el referendo, solo 26 puntos porcentuales resultan seguros para Uribe. Y eso está en el borde de la cuarta parte del censo electoral que debe votar el referendo para que sea válido.
Hace algunos meses ya se notaban estas fisuras. Y, de hecho, eran mayores, lo que hacía peligrar gravemente la iniciativa. Lo que ha mejorado un poco las cargas para el Presidente, repito, es la frenética avanzada anticolombiana de Chávez. Me han contado algunas fuentes que varios dirigentes opositores, tanto del Polo como de la corriente izquierdosa del liberalismo, han ido a Caracas a pedirle de rodillas al teniente coronel que le baje el tonito a la pelea, porque está ayudando a que suba la popularidad de Uribe. Pero Chávez no les ha hecho caso. Ni se lo va a hacer: en el fondo, quiere que su vecino salga reelegido para poder justificar más agresividad, más compra de armas y más embelecos con los cuales distraer el desastre interno del socialismo del siglo XXI.
Interesante el comentario del periodista Mauricio Vargas. Lo particular es que Uribe sube en las encuestas por la animadversión que el pueblo colombiano le tiene a Chávez. Pero en Venezuela, cuando el presidente Chávez sube en las encuestas es por el dinero que saca en las campañas. Cuando en Venezuela no se efectúan elecciones, la popularidad de Chávez baja, pero al iniciarse una campaña, él empieza a alfojar dinero a la gente y a utilizar los recursos del Estado para su campaña. Un caso particular en Colombia, Uribe sin alfojar un solo peso sube una cantidad considerable de popularidad. Extrañas situaciones de la política.
ResponderEliminarUn lapsus cálami que corrijo: no es alforjar, es aflojar.
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