DESCUADERNADOS



La campaña electoral de 2010 va a ser difícil, polarizada, pugnaz, agresiva. La política radicalizada está llegando a todas partes.

Durante una tertulia de amigos, uno de ellos dijo que otro amigo decía que en Colombia la política ya no la hacen los partidos sino los poderes públicos, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, y que entre ellos no hay cooperación armónica, como ordena la Constitución, sino que han desplazado a los partidos como instrumentos para aglutinar ciudadanos en la lucha por el poder. No es del caso entrar en los aspectos más complejos del planteamiento, pero mis contertulios quedaron admirados. Los protagonismos de las cúpulas de los poderes se parecen a los que en otras partes les corresponden a las cabezas de los partidos, y las acusaciones y recusaciones entre congresistas, magistrados, ministros y candidatos podrían reemplazar el debate que en los países avanzados hacen los ideólogos de las distintas fuerzas políticas.

El lunes en Hora 20 de Caracol Radio, el analista Alfredo Rangel dijo algo en la misma dirección: la Corte Suprema se comporta como un partido de oposición. El buen Rangel, uribista converso y hoy casi tan fanático como José Obdulio, se refería a las últimas medidas del alto tribunal: la detención de dos congresistas del Chocó, que casi impide que el referendo reeleccionista alcanzara los votos necesarios, y el cambio de jurisprudencia en el sentido de que la Corte no permitirá que los parlamentarios vinculados a procesos judiciales renuncien a sus curules para ser investigados por la Fiscalía.

En la política judicializada y la justicia politizada, la Corte podría ser señalada como un partido, pero no lo es. La Justicia actúa sin contemplaciones parcializadas por la ideología o por la militancia. Y el Presidente no debería ser el líder de una facción —la del Ejecutivo, a la derecha—, sino el jefe del Estado, por encima del Congreso —el partido de centro en la teoría del amigo de mi amigo—, y de la Justicia —la izquierda de oposición, según Rangel.

La curiosa película de los poderes que reemplazan a los partidos refleja el preocupante grado de descuadernamiento en que está el país. La reelección a cualquier precio está arrasando con la institucionalidad. En la Colombia santanderista que ‘fetichizaba’ las leyes ya no importan las normas si se trata de perpetuar a Álvaro Uribe en el poder. La Nación con menos dictadores y más elecciones en el continente va a llegar a las presidenciales de 2010 sin conocer las reglas de juego. La Colombia que se distinguía en el vecindario por su respeto a las formas democráticas ya casi es un caso más del caudillismo que históricamente se impuso en los países vecinos.

Hay que ver hasta dónde está llegando el debate en este país de tradición política moderada. El presidente Uribe impuso la confrontación como valor. Una nación que buscó consensos por vías diferentes según el momento histórico —el republicanismo, el Frente Nacional, la Constituyente de 1991— ahora está extendiendo la polarización a más y más campos. La elección del gerente de la Federación de Cafeteros ya fue un campo de batalla entre el uribismo y el resto. La pugnacidad se está convirtiendo en la característica de un país que, con justificada ironía, hace dos décadas fue caricaturizado como aquel en el que se imponían “las conversaciones entre caballeros”.

No serán fáciles los próximos meses. El uribismo buscará sacar adelante la reelección con la convicción de que derrotar a la Justicia, como se deduce del planteamiento de Rangel, es una victoria frente a la oposición. Y en el campo anti-reeleccionista, al que han ido llegando con sorprendente vehemencia militantes del uribismo en 2002 e incluso del uribismo reeleccionista de 2006, el tono seguirá subiendo. Para que César Gaviria esté diciendo lo que está diciendo... En esta campaña, como pinta hasta ahora,
la hostilidad y la falta de matices —la polarización— no van a dejarle campo a un debate programático. El costo de la segunda reelección definitivamente es muy alto.

1 comentario:

  1. estoy de acuerdo con la politicas del presidente uribe, vote por el las dos veces anteriores......me parece excelene la politica de seguridad democratica......no quiero un presidente de izquierda para colombia que entregue el país a los corruptos y a la desgracia como ha pasado aca en venezuela........pero creo que el dr alvaro uribe velez debería dejar l idea de un tercer periodo y abrirle paso a nuevos lideres como juanmanuel santos o german vargas lleras

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