BRASIL, LA POTENCIA DE NUESTRA región, está en todo su derecho de proveerse las armas que considere suficientes para garantizar su seguridad interna, dada la silenciosa amenaza que representa la Venezuela totalitaria de Hugo Chávez.
No tiene por qué alarmar a nadie que el gobierno de Lula da Silva haya suscrito un multimillonario acuerdo comercial con Francia, país que le venderá aviones, helicópteros y submarinos por más de doce mil millones de dólares, cifra que no resiste ser comparada con los 3.782 que los Estados Unidos le aportaron al Plan Colombia.
La negociación incluye la adquisición de 36 aviones Rafale, 51 helicópteros Cougar EC-725, cuatro submarinos Scorpone y el establecimiento de una planta en la que se fabricarán partes de estos equipos y se construirá el casco de un submarino de propulsión nuclear.
Se sabía que los brasileños apostarían duro y lo hicieron. No les tembló el pulso a la hora de cerrar el negocio con el que, de entrada, le ponen coto a la desaforada carrera armamentista de Chávez, quien dejará de ser, junto a sus célebres Sukhoi, el protagonista regional en materia de armamento de última generación.
Hablando del tirano de Caracas que lleva un par de semanas visitando a los más primorosos opresores del planeta: Gadafi, Ahmadineyad, Lukashenko y demás, llama la atención su silencio respecto del acuerdo franco-brasileño. Hay quienes dicen que calladito se mantendrá, porque está asustado. El teniente coronel de la boina roja guardará silencio, no insultará a Lula y seguro se abstendrá de amenazarlo, cual matón de esquina, con que bombardeará a Río.
¿Y Unasur qué? ¿Convocará a una cumbre extraordinaria en la que el mandatario de Brasil se verá obligado a explicar la soberana decisión de su gobierno? Por supuesto que no. Esas encerronas están reservadas para aquellos países que hagan acuerdos de cooperación con los Estados Unidos. Al fin y al cabo, los gobernantes de nuestra región se mueven por el odio que históricamente han sentido por la gran nación norteamericana, a la que le achacan la responsabilidad de todas sus desgracias sociales.
La seguridad debe ser un compromiso de todos los países. A nadie medianamente reposado se le ocurriría pensar que el presidente Lula adquirirá esos equipos con un propósito expansionista, ni mucho menos que los utilizará para invadir países vecinos. Él, a diferencia del sátrapa venezolano, lidera un país con profundos valores democráticos e institucionales que bajo ninguna circunstancia se embarcará en una aventura nefasta como es eso del socialismo del siglo XXI.
El poco tiempo que ha transcurrido desde que se hizo público el acuerdo para la cooperación en defensa suscrito entre Colombia y los Estados Unidos, le ha dado la razón a quienes defienden la tesis de que un país debe agotar todas las instancias posibles en aras de garantizar su seguridad interna. Nosotros lo hicimos con el apoyo de nuestro principal aliado y Brasil con un país con sobradas credenciales en todos los aspectos, como es el caso de Francia.
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¿Quién habrá llegado a Venezuela el pasado 8 de mayo en el vuelo 375 de Mexicana, que cubría la ruta Ciudad de México-Caracas? ¿Estaremos frente a otra investigación de orden artístico?
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Me resisto a creer que un tipo tan decente y transparente como Rafael Pardo Rueda, le haya propuesto al ex presidente Pastrana un “tapen-tapen” en el caso de los célebres narcocasetes. Esa historia es difícil de creer no sólo por los impecables antecedentes de Pardo, sino porque además su esposa, Claudia de Francisco, era la gerente de la campaña “Andrés Presidente”.
No tiene por qué alarmar a nadie que el gobierno de Lula da Silva haya suscrito un multimillonario acuerdo comercial con Francia, país que le venderá aviones, helicópteros y submarinos por más de doce mil millones de dólares, cifra que no resiste ser comparada con los 3.782 que los Estados Unidos le aportaron al Plan Colombia.
La negociación incluye la adquisición de 36 aviones Rafale, 51 helicópteros Cougar EC-725, cuatro submarinos Scorpone y el establecimiento de una planta en la que se fabricarán partes de estos equipos y se construirá el casco de un submarino de propulsión nuclear.
Se sabía que los brasileños apostarían duro y lo hicieron. No les tembló el pulso a la hora de cerrar el negocio con el que, de entrada, le ponen coto a la desaforada carrera armamentista de Chávez, quien dejará de ser, junto a sus célebres Sukhoi, el protagonista regional en materia de armamento de última generación.
Hablando del tirano de Caracas que lleva un par de semanas visitando a los más primorosos opresores del planeta: Gadafi, Ahmadineyad, Lukashenko y demás, llama la atención su silencio respecto del acuerdo franco-brasileño. Hay quienes dicen que calladito se mantendrá, porque está asustado. El teniente coronel de la boina roja guardará silencio, no insultará a Lula y seguro se abstendrá de amenazarlo, cual matón de esquina, con que bombardeará a Río.
¿Y Unasur qué? ¿Convocará a una cumbre extraordinaria en la que el mandatario de Brasil se verá obligado a explicar la soberana decisión de su gobierno? Por supuesto que no. Esas encerronas están reservadas para aquellos países que hagan acuerdos de cooperación con los Estados Unidos. Al fin y al cabo, los gobernantes de nuestra región se mueven por el odio que históricamente han sentido por la gran nación norteamericana, a la que le achacan la responsabilidad de todas sus desgracias sociales.
La seguridad debe ser un compromiso de todos los países. A nadie medianamente reposado se le ocurriría pensar que el presidente Lula adquirirá esos equipos con un propósito expansionista, ni mucho menos que los utilizará para invadir países vecinos. Él, a diferencia del sátrapa venezolano, lidera un país con profundos valores democráticos e institucionales que bajo ninguna circunstancia se embarcará en una aventura nefasta como es eso del socialismo del siglo XXI.
El poco tiempo que ha transcurrido desde que se hizo público el acuerdo para la cooperación en defensa suscrito entre Colombia y los Estados Unidos, le ha dado la razón a quienes defienden la tesis de que un país debe agotar todas las instancias posibles en aras de garantizar su seguridad interna. Nosotros lo hicimos con el apoyo de nuestro principal aliado y Brasil con un país con sobradas credenciales en todos los aspectos, como es el caso de Francia.
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¿Quién habrá llegado a Venezuela el pasado 8 de mayo en el vuelo 375 de Mexicana, que cubría la ruta Ciudad de México-Caracas? ¿Estaremos frente a otra investigación de orden artístico?
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Me resisto a creer que un tipo tan decente y transparente como Rafael Pardo Rueda, le haya propuesto al ex presidente Pastrana un “tapen-tapen” en el caso de los célebres narcocasetes. Esa historia es difícil de creer no sólo por los impecables antecedentes de Pardo, sino porque además su esposa, Claudia de Francisco, era la gerente de la campaña “Andrés Presidente”.
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